Hace algunos días en una reunión entre amigas, comentábamos el tema de la herencia y el legado. Surgió por el eslogan de “septiembre mes del testamento”. Al crecer la familia y tener un empleo estable, se piensa en la herencia que dejaremos a los hijos. Dos de mis amigas comentaban que cada año han intentado asistir a la notaría para testamentar los bienes que poseen.
Sabemos que es necesario hacerlo, sin embargo, el trabajo, la organización en las actividades del hogar, y otros asuntos han sido pretexto para desistir en crear ese importante documento, como resguardo de los bienes adquiridos.
Leti y Rosy, dijeron que en esta ocasión irían a la notaría, con la intención de heredar legalmente los bienes inmuebles que poseen, y evitar en lo posible problemas cuando culmine su estancia en este mundo.
A partir de esta conversación, nos conminó a reflexionar. Las preguntas surgieron.
─ ¿Qué estoy heredando a mis hijos?, después de una larga vida, de un transitar constante entre la libertad de tomar decisiones y las exigencias de realizar lo planeado, sin importar las horas y esfuerzos invertidos, ─dijo Leti.
─Lo material si no es bien administrado pronto se esfuma, ¿qué es realmente lo valioso que los padres puedan heredar a sus hijos? ─Agregó Rosy.
De acuerdo a las experiencias vividas en el transcurrir de los años, creo que lo más trascendental que se puede dar a los hijos es la educación, ese sería nuestro legado. La enseñanza de preceptos a considerar en la toma de decisiones es relevante, la ética inmersa en las actitudes de las acciones, permea el éxito, alejando en lo posible grandes problemas.
Estos aspectos son puntos nodales en la construcción de una calidad de vida.
─Pertenezco a una generación donde era primordial cultivar las formas de convivencia, consideradas socialmente de buena educación. Los padres eran los primeros maestros, nos enseñaban formas de conducta, entretejidas con valores universales, ─comentó Sofia.
Estas enseñanzas eran aplicaba desde la niñez. En el salón de clases los maestros reafirmaban el conocimiento y comprensión de los usos y buenas costumbres en la diaria convivencia.
─En la escuela aprendí a amar a mi tierra y respetar cada uno de sus símbolos, siempre me he sentido orgullosa, y feliz de ser mexicana. El sentido de pertenencia lo desarrollé desde la niñez. Mis raíces están en este bello país.
He tratado de actuar ante la vida, en congruencia con la educación que he recibido. Siento el peso de la responsabilidad en cualquier actividad que emprendo, por sencilla que sea. Considero que es mi deber actuar con ética. Mi lema es hacer mayor énfasis en la realización de cualquier proyecto, no conformarme con lo ya estandarizado. ─agregué
─Me preocupó la formación de mis hijos, con frecuencia me preguntaba si las estrategias educativas empleadas eran las correctas, la intención primordial era que en el proceso de su desarrollo fueran creando actitudes donde la honestidad, libertad, y responsabilidad, estuvieran presentes. Desde mi perspectiva les ayudarían a ser individuos de espíritu emprendedor y confiables en el ámbito social y profesional. ─dijo emocionada Rosy.
Los años han transcurrido, me siento satisfecha con la participación en la educación de mis hijos, observo que han guiado el rumbo de su vida en lo socialmente correcto, sin transgredir las leyes. Sus actitudes lo han demostrado.
─Cuando cumplí setenta años uno de mis hijos expresó.
─Cuándo vas a parar? Eres un ejemplo duro a seguir.
─No se trata de que me sigas hijo, guíate por lo que pienses que es lo adecuado para ti y tu familia. Me dio un abrazo y un beso en la cabeza, acompañado de cristalinas lágrimas, comprendí que eran de amor.
─Mis hijos están casados, tienen una familia, que les corresponde educar. Observo que la tecnología está implícita en la nueva educación, es inherente a su desarrollo, lo relevante radica en que la formación de valores se está cultivando el seno familiar.
─Cierto día, cuando una de mis nietas tenía seis años, me dijo, ─ oye abuelita, ¿tú eres rica o eres una gente común y corriente?
─Hice caso omiso de lo segundo, expliqué que no era rica, pero había estudiado mucho, y tuve la oportunidad de tener buenos empleos, así obtuve los recursos económicos para arreglar la casa y adquirir algunos de los muebles que a ella le gustan.
─Bueno abuelita, estudiaré, ─fue su respuesta. Cursa actualmente el primer grado de secundaria. ─Leti estaba orgullosa de como había educado a sus hijos.
─También tengo una nieta. Ella es muy tierna nos habla por teléfono para saber cómo estamos, y nos platica de cómo fue su día escolar. Es la jefa de su grupo. ─Nos dijo Sofia. ─ Le gustó tanto la experiencia a la niña, que un día al salir de clases dijo a su mamá: que ya sabía en qué trabajaría cuando fuera grande; sería maestra.
La plática estaba tan interesante que ya íbamos por la tercera taza de café, con opción de una cuarta.
Volvimos a comentar la importancia de hacer un testamento, y los grandes problemas que se puede suscitar de no hacerlo
Independientemente de lo que estudien mis nietos, lo importante es que lo realicen bien y con amor.
Los avances tecnológicos, los descubrimientos científicos en las diferentes ramas de saber humano, han abierto nuevos senderos en el desarrollo de la humanidad, tendientes a una mejor calidad de vida. Corresponde entonces a las escuelas, y padres de familia, orientar a los hijos hacia una educación de calidad.
Estuvimos de acuerdo que la herencia material es importante, pero, que el legado más valioso que podemos dejar a nuestros hijos es su educación.