miércoles, marzo 12, 2025

Los colores en mi soledad – Teresita Balderas y Rico

El ser humano, en el transcurso de su vida, suele encontrarse o sentirse solo por
diversas causas. Estos momentos pueden ser agradables o funestos, dependerá
de las circunstancias y las actitudes de quien las vive.

El gran filósofo español José Ortega y Gasset, expresa: “ El espacio y tiempo para
la reflexión es un lugar sagrado”. En efecto, se requiere de un espacio y un tiempo
para estar consigo mismo. Para penetrar en ese lugar sagrado, desde mi
interpretación; es el encuentro con el propio ser. El acercamiento resulta complejo,
en ocasiones el miedo detiene la intención, porque espanta al sujeto. Dialogar con
el ser no es nada sencillo, algunas veces resulta aterrador, sin embargo, es
recomendable hacerlo. El carácter se templa, el espíritu se fortalece.

Es muy relevante abrir caminos que llevarán al encuentro de nuestra propia
soledad. Lo interesante es aprender amarla. Los primeros versos del poema
“Soledades” de Lope de Vega, aconseja hacerlo, sin temor y con mayor
frecuencia.
A mis soledades voy
de mis soledades vengo
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.


En estos versos subyace un sentir filosófico, un momento y espacio donde el
pensar conlleva a una reflexión. Se puede estar rodeado de familiares, amigos,
compañeros de escuela o de trabajo, pero ante la ausencia de empatía, mi
soledad es la que está. Finalmente, en mi vivir y morir solo me tengo a mí.

En lo general, cuando se está en el umbral de la muerte, se adquiere conciencia
de que hay vida y, cuando se logra sobrevivir, entonces es valorada. Se aprende a
amarla en compañía y sobre todo en soledad; ésta se presenta en diferentes
formas, no es la misma en todo tiempo y espacio. Hay veces en que la soledad
suele ser la bruma, antesala de la dorada luz solar.

En la vida suceden eventos cuando las circunstancias están dadas. Mi curiosidad
y cierta rebeldía, me han conminado a cuestionar acciones propias y ajenas, en
aras de entender a mi ser. Esta curiosidad me ha inducido a visitar el lugar
sagrado que menciona Ortega y Gasset. He estado ahí en distintos momentos y
por diversas causas: por alguna situación problemática de gran magnitud, o bien
para celebrar el éxito, pensar en la felicidad.

Durante mi existencia y por diversas circunstancias, he estado en el umbral de la
muerte. Confieso que al lograr salvarme me he retirado saliendo fortalecida y,
amando más a la vida, por haber ganado otra batalla. Entonces converso con mi
soledad, ella acude a mí, vestida de colores: en ocasiones de azul, otras verde, o
de color naranja, está feliz. Como dice el estribillo de la canción “Me llamas”
interpretada por José Luis Perales: “Y te has pintado la sonrisa de carmín, y te has
colgado el bolso que te regaló, y aquel vestido que nunca estrenaste lo estrenas
hoy”.

La soledad se viste según la ocasión. No podría ser de otra forma, está
celebrando la vida.

A mis soledades voy
de mis soledades vengo.

Hermosos versos que orientan a dilucidar sobre el concepto de soledad. Desde mi
perspectiva, en múltiples ocasiones se ha conceptualizado erróneamente. Por lo
general, a la soledad se le mira con cierto temor, me pregunto el porqué. Las
respuestas pueden ser múltiples, lo relevante es rescatar el diálogo consigo
mismo, conocerse para no sentirse solo.

Desde este parámetro, me queda claro que debo estar segura de mí para visitar el
lugar sagrado.

Al aprender a estar con su propio ser, jamás se estará verdaderamente solo, en el
entendido de que soledad es ausencia de compañía. Paradójicamente, se puede
estar rodeado de muchas personas y a la vez estar solo, dado que multitud no es
sinónimo de compañía.

Interesante tesis de Ortega y Gasset, al mostrar que existen tantas cosas para los
seres humanos que, sin embargo, pasamos gran parte de nuestra vida sin darnos
cuenta del lugar sagrado.

Algunos humanos tardan en desarrollar la conciencia de esas cosas que están ahí
y, que, sin algunas de ellas, no podríamos existir.

Pienso que sería conveniente ir y venir de mi soledad. Pensar, razonar, amar y
crear. Sentirme plena de que soy yo, y estoy en mí. Es tan corto el tiempo
prestado en este fragmento del cosmos, que resulta criminal desperdiciarlo en
cosas fatuas.

Desde este parámetro, es indispensable prender la luz del entendimiento, para no
ver al mundo solo desde sus dualidades. Comprender, por ejemplo, que la

oscuridad es la ausencia de la luz; la alegría, ausencia de la tristeza. Que, entre
negro y blanco, existen varias tonalidades.

Como afirma San Agustín: “El error es la carencia de la verdad”.

La paz en el mundo es frágil, las cosas cambian de la noche a la mañana. Para los
jóvenes resulta complejo encontrar trabajo con un buen salario, sin importar su
buena preparación académica. Las exigencias para vivir en el nacimiento de una
nueva era son estresantes.

Necesitamos conocernos a nosotros mismos, sentirnos seguros de nuestra
capacidad intelectual y emocional, recordar que el espacio y tiempo para
reflexionar se convierte en el lugar sagrado para sí mismo.

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