El libro ha sido una de las grandes creaciones de la humanidad. Mucha gente pudo enterarse de la existencia de otras culturas en el mundo, y de las formas de comunicarse, gracias al invento de la imprenta.
A finales de la Edad Media, en el año 1440, Johannes Gutenberg, de origen alemán, inventó ese maravilloso instrumento que haría posible enterarse y abrevar de los conocimientos plasmados dentro de los libros. Este invento hizo posible la reproducción de los libros para que pudieran viajar hacia diversos lugares del mundo. Cruzando los mares ante fuertes tormentas, o en el Sahara, sobre cansados y sedientos camellos. La forma de transporte era acorde al lugar hacia donde viajaría.
Podríamos preguntarnos: ¿por qué es tan valioso un libro? Las respuestas son múltiples: para que los pequeños se acerquen a ellos, ya que serán sus primeros pasos hacia el conocimiento, antes de su educación escolarizada. Fomentar el gusto por la lectura desde el hogar ayudará a los niños a desarrollar su intelecto e imaginación. Aprenderán que la lectura es algo placentero, no un castigo. Si sus hijos aman la lectura, no estarán llorando, ni las mamás se enojarán porque no quieren hacer los deberes escolares.
Otra respuesta sería que en las páginas de los libros encontramos un sinnúmero de temas, resultado de investigaciones realizadas por varios años de intenso trabajo.
En sus hojas de esa poderosa herramienta llamada libro, encontramos la sabiduría acumulada por los años, y en otros, la que va emergiendo del pensamiento humano.
La lectura de diferentes libros nos permite construir un capital cultural. Podremos encontrar reglas, sugerencias para comunicarnos mejor en relaciones unipersonales, interpersonales, sociales, en una asamblea, en una conferencia magistral. Saber comunicarnos es primordial para el desarrollo humano.
Cuando más libros leemos, mayores oportunidades tendremos para seguir una conversación y ser partícipes de ella, con la salvedad de que tenemos en ese momento elementos para discernir, o apoyar la idea del autor en el tema que está a discusión.
En este sentido, estaríamos abriendo un buen canal de comunicación.
El saber comunicar las ideas que tenemos y que otros las acepten o las escuchen no es una tarea sencilla. Si tratamos de abrir una comunicación interpersonal entre emisor y receptor, habría que considerar que ambas partes cambiaran de papel. No se trata sólo de decir palabras; el habla debe ser clara, es indispensable escuchar al otro hablante para que la información sea recíproca.
No se trata de vender una idea, sino de proporcionar los elementos que la fortalezcan. Ambos hablantes deben estar convencidos de que el proyecto planteado beneficiará a los que intervienen. Para que esto suceda, el proyecto debe tener una buena planeación, donde se especifique con argumentos científicos el desarrollo del mismo: la factibilidad, asertividad, efectividad, viabilidad y productividad.
Este es un espacio muy importante en la comunicación interpersonal. Si no se llega a un acuerdo en la primera reunión, no fue tiempo perdido, porque ambas partes, hablantes y escuchas, pudieron debatir sus ideas, dar sus puntos de vista y retirarse para pulir y fortalecer lo que hasta ese punto se ha desarrollado.
Cuando una persona tiene en su haber varias lecturas de lo que pretende dar a conocer, tendrá un buen capital cultural, y entonces encontrará las palabras adecuadas para que el escucha vaya asimilando el motivo y propósito de la conversación.
En una comunicación interpersonal, es necesario estar concentrado en el tema del que se habla. Las circunstancias suelen cambiar el sesgo de la conversación y entrar a otro asunto sin importancia, restando atención al tema original. Estas situaciones suelen suceder en cualquier etapa de la vida.
En el ámbito escolar, suele suceder que el alumno no captó lo dicho por el profesor, ya que pudo haber estado distraído. Sin embargo, cuando hay varios alumnos con el mismo problema, tendremos que virar hacia el docente, quien tal vez da por hecho que sus alumnos tienen los elementos necesarios para entender las indicaciones dadas, acorde con sus enseñanzas en el aula. En este caso, surge un pequeño caos, ya que cada uno, desde su perspectiva, piensa que el error de comunicación es de la parte contraria.
Los conferencistas, los promotores de un nuevo auto, el científico que ha descubierto un antídoto para una enfermedad que era incurable, requieren de una información que ya ha pasado por un fino tamiz. El científico debió haber leído los avances de las investigaciones que están realizando otros colegas. El ponente requiere de un gran capital cultural en el campo de la investigación, para dar respuestas fundamentadas a las preguntas que surjan en el evento.
Si el auditorio queda satisfecho con las respuestas a las preguntas hechas, el científico habrá logrado comunicar con claridad su descubrimiento, su objetivo fue alcanzado.
Lo que comunicamos y la manera como lo hacemos, definirán el éxito o la frustración de un proyecto en el cual se han invertido muchas horas de trabajo.
Leer y comunicar enriquece nuestro capital lingüístico.
A través de los adelantos en la ciencia y la tecnología, nos enteramos de las maravillas en este mundo llamado Tierra, y en las posibilidades cada vez más cercanas de poblar otro planeta. Este nuevo rol de vida nos obliga a estudiar, leer, comunicar, ser hábil en la exposición de nuestros conocimientos. Ser partícipes de la tecnología, no esclavos de ella.
Como diría Newton: lo que sabemos es una gota de agua, lo que ignoramos es un océano. Trascendamos los saberes buscando una segunda gota de agua.