Me sirvo una taza de café, mientas observó a mi hija de 13 años, que lleva ocho horas sentada en el mismo lugar, pasando de una pantalla a otra, de una laptop a un móvil y de éste a un ipad, todo esto, en minúsculas fracciones de tiempo. Navegando de una clase virtual, a un dibujo, después a un video, a un chat, a una foto, a un mensaje y para rematar a un video juego. Y todo esto casi de manera simultánea, así continúa su batalla frenética en el mundo virtual, ignorando el mundo real, de una tarea tras otra, sin concluir ninguna.
Esta es nuestra realidad tecnológica, no la podemos detener porque sería un retroceso del camino evolutivo, tal como lo dijo el afamado sociólogo y físico francés, Gustave Le Bon: “Retroceder ante el peligro da por resultado aumentarlo”. Porque quizá hemos perdido la capacidad de concentración, ese tiempo destinado en fijar nuestra atención en algo por un tiempo prolongado o al menos suficiente para sacar una conclusión. Porque a veces estamos tan ansiosos en buscar citas, atajos, fragmentos, reseñas, que nos olvidamos de sacar nuestras propias conclusiones. Es mejor que alguien más, piense antes que nosotros y nos sintetice aún más la vida. Sí, aún más, porque no tenemos tiempo para hacerlo. Aunque, si lo pensamos un poco más, es una contradicción, ya que deberíamos tener tiempo de sobra porque la tecnología y el Internet nos han simplificado la vida. Y lo gritamos a los cuatro vientos, para convencernos más: “No tengo tiempo”, “Como pasa el tiempo de rápido».
Y quizá sea que percibimos que todo avanza muy rápido, aunque si lo pensamos mejor, es como si viéramos la vida a través de una ventana mientras que nosotros nos mantenemos estáticos. Observamos el mundo a través de la pantalla de nuestro ordenador, en donde las imágenes se desplazan, mientras que seguimos pensando que vivimos muy rápido, las imágenes son las que fluyen, nosotros no.
La falta de tiempo nos lleva a perder la paciencia. Le picamos inquietos a la tecla para que avance, nos irritamos cuando la pantalla tarda un minuto en abrir, cuando la aplicación se demora en bajar. Y son solo minutos de nuestro valioso tiempo, el cual, no tenemos. Mientras que, apenas unos años atrás, ir en búsqueda de algo, implicaba tomarnos horas, incluso días y con la vehemente posibilidad de fracasar en el intento.
Me preguntó si estamos siendo capaces de captar toda la información que nos llega a raudales. Si el dato, frío y concreto que se despliega al picar un botón, sustituye al proceso de búsqueda, de análisis, que años atrás nos llevaba a consultar uno, o más libros en la biblioteca para obtener el ansiado conocimiento. Entonces, el proceso de búsqueda, el hurgar, aqui y allá, la prueba y error resultaba más satisfactorio y divertido en sí.
La tecnología forma parte de nuestras vidas y debemos aprovecharla, no quisiéramos regresar a la época de las cavernas o del oscurantismo. El progreso nos lleva de la mano y nos subimos al tren, pero si podemos reconciliarnos con él, sin dejarnos llevar a su merced. Crear conciencia y empezar a construir el conocimiento, con paciencia, atención y sobre todo concentración, reparando en las cosas más simples como mirar el azul del cielo, seguir el vuelo de un pájaro, sentir la textura de la corteza de un árbol, contemplar un atardecer. Vivir y no ser espectadores de una vida detrás de una pantalla.
Terminé mi taza de café, mientras que una mariposa se posaba en la ventana, entonces, tomé a mi hija de la mano, cerró su laptop a regañadientes. Y salimos juntas al jardín, mientras que la mariposa revoloteaba a nuestras espaldas. El sol se ocultaba detrás de una montaña. Mi hija tomó una foto con su celular captando el momento.
Y sí, la tecnología inevitablemente seguirá estando presente en nuestros días.
Por: Sandra Fernández