Una buena y efectiva manera de educar a nuestros hijos es hablando con firmeza pero amablemente. Nuestro hijos están alertas a lo que les decimos, pero el enojo bloquea muchas veces los canales de comunicación que impiden que el mensaje de enseñanza llegue a nuestros pequeños.
Podemos decir las cosas de dos maneras: la más fácil es dejarnos llevar por el impulso de la emoción y corregir algo que no nos gustó; si nos dejamos llevar por el enojo seguramente gritar , regañar y castigar serán las características principales en la relación padres – hij@s.
Esto sólo nos llevará a desgastar la relación, cerrar la puerta al diálogo y no nos llevará a nada positivo a lo largo del tiempo. La segunda forma de hacerlo es platicando con nuestros hijos sobre las situaciones diarias en nuestra vida; si hay algo que nos molestó, y que hay que corregir, hay que hacerlo pasivamente dejando ver lo que está bien y está mal en cualquier situación que se nos presente.
Es muy válido hacer notar nuestras emociones y sentimientos en el momento de platicar con nuestros hijos, se vale decir «estoy enojada en este momento»,» estoy triste por esto», o «no me gustó aquello»; tratemos a nuestros hijos como amigos no como enemigos.
Lo importante es ir por el camino del respeto recíproco y no traspasar la línea de confianza entre nosotros. Tengamos en cuenta que nuestros hijos están aprendiendo y que todos nos equivocamos, los errores son nuestros mejores maestros y de ellos aprendemos a lo largo de nuestra vida. La vida es más agradable si le sonreímos en lugar de darle la espalda y vivir en la queja o enojados todo el tiempo.
Siempre van a pasar cosas con las que no estemos de acuerdo, pero nosotros decidimos el cómo las afrontamos. Las sonrisas atraen sonrisas y si al educar a nuestros hijos sonreímos, les estamos enseñando el valor de la amabilidad, y seguramente educarán de la misma manera a sus hijos pasando de generación en generación éste buen hábito de enseñanza. Que la sonrisa sea tu compañera de vida.