La pesadilla de México
Por: Monica Olea
Emerjo del sueño como viajando en un túnel negro. Arrastro conmigo, apretada en mi puño, la última imagen inconsciente, que me obliga a despertar: revoloteo desesperada. Soy un ave. Estoy atrapada en la alacena de mi casa. No hay ventanas, la puerta está cerrada. Golpeo las paredes, mientras mi corazón palpita a un ritmo desenfrenado.
Escucho una voz que me dice: Necesitamos un escape, alguna manera de salir de aquí…
Entonces me doy cuenta de que ya estoy despierta. La escena del ave encerrada, que choca contra las paredes, que pierde fracciones de plumas, y plumas completas en su desesperada lucha, me devuelve a la conciencia trayendo también una sensación de miedo, de cansancio y desesperación. Mi pico punza por los duros golpes. Ya no parece ser mi pico. Ahora está quebrado, despostillado, rajado.
Ahí, en medio de la visión, como flotando, resuenan también los ecos de la frase: Necesitamos un escape, alguna manera de salir de aquí… necesitamos un escape, alguna manera de salir de aquí… NECESITAMOS… necesitamos… necesi…
Alguna manera de salir de aquí…
Todavía mi corazón salta dentro de mi pecho, de la misma forma en que salté desde la inconciencia horizontal, a la conciencia de estar sentada sobre mi cama.
Necesito mi iPad, pienso, mientras salgo y casi corro a buscarlo. No puedo olvidar este sueño, no quiero dejarlo escapar…
Regreso a la cama y todavía con el puño cerrado, enciendo el aparato. Muy despacio, con celo y mucho cuidado, voy estirando mi mano. Uno a uno separo y estiro mis dedos, hasta que son capaces de revolotear, como en mi sueño, pero esta vez con toda libertad, sobre las teclas que van recogiendo, una a una, las imágenes y también los ecos, que reconstruyen en la pantalla mi pesadilla. Alguna manera de salir de aquí…
El sentido inconsciente de mi sueño, por ahora, permanece velado para mí.
Sin embargo, ese otro, el que le hace a uno intentar comprender, no tarda en volvérseme claro. Son intentos, lo sé, y nada tienen que ver con el deseo inconsciente que esconde el sueño. Sin embargo, cada palabra y cada frase, van casando a la perfección, con mi estar actual, y con el de muchos. Por lo menos, eso espero.
A estas alturas de mi narración, después de días, conservo la idea central, esa que liga a mi pesadilla con mi pensar actual.
He sido parte de la población de México que ha pasado demasiado tiempo enardecida y polarizada, sosteniendo y propiciando guerras verbales, la mayoría basadas en comentarios poco o nada informados, y que solo nos han llevado a la división entre compatriotas, a la inseguridad y la desconfianza.
Ese es el hilo que anuda mi pesadilla con la pesadilla nacional.
Ya no formo parte de esa porción de los mexicanos. Ahora formo parte de otro grupo. Estoy segura de que existe. El grupo de los mexicanos que quiere otra cosa que no sea la división y la disputa.
Quiero algo diferente para mi país, y estoy consciente de que esa otra realidad a la que aspiro, y a la que muchos aspiran, solo podremos lograrla los mexicanos y mexicanas que salgamos de esos grupos violentos y ciegos en los que hemos militado.
Quiero un México mejor, y creo que ese México no lo van a construir los políticos, ni los narcos, ni las empresas explotadoras, ni los mexicanos apáticos y cómodos, ni los gobernantes corruptos, que una vez tras otra, toman el poder para servirse de México para lograr sus intereses partidistas.
Este México que sueño, lo vamos a construir los mexicanos comunes, los que dejemos de gastar nuestra energía en confrontaciones absurdas. Que busquemos unirnos para ejercer nuestros derechos y deberes, y exijamos a nuestros gobernantes cumplir con su deber de servir a México.
No encuentro otro camino ni otra clave.
Como dijo alguna vez uno de esos personajes célebres de nuestra política terrible y corrupta:
“La solución somos todos”.
Es obvio que aquel presidente no actuó de acuerdo a su frase, pero el sentido que ella encierra me encanta.
La solución somos todos: clara, precisa y contundente.
La política arcaica y egoísta de México debe cambiar. Ya está enfrentando una terrible crisis, y Morena no es la excepción por el hecho de tener todo el poder en sus manos. Todo lo contrario. Las luchas internas no tardarán en dividir su poder. Todos los partidos deben cambiar.
¡Felicidades, México, por esta crisis política!
¡Alerta, México!
Recordemos que la solución somos todos, es nuestro derecho y deber.