martes, abril 16, 2024

Extrañas reacciones ante la muerte  – Virginia Sánchez Morfín

Rocío es una de mis 52 primas, quien se casó muy enamorada con Marco, en contra de la voluntad de las familias de ambos. 

Rocío nunca dudó que él sabría valorar el hecho de que ella, por causa de esa unión, perdería herencia y a toda su familia. Tenía la convicción de que juntos construirían su propio mundo, en el que el amor y la felicidad los haría inseparables.

Los padres de Rocío no asistieron a la boda y no siendo suficiente su ausencia, también se lo prohibieron a toda la familia.  Durante años, se opusieron a frecuentarla.  

¡Qué equivocada estuvo Rocío en su fantasía o necesidad de que ambos  vivirían el uno para el otro!

No había transcurrido un mes de la boda, cuando ella pudo comprobar que Marco le era infiel.  Ni el nacimiento de sus dos hijos hizo que él se dedicara solo a su familia. Llegaba a altas horas de la noche y los viajes fantasma cada día eran más frecuentes. 

Marco, en lugar de valorar el gran e incondicional amor de su esposa, tomó ventaja del hecho de que ella tenía que soportar cualquier situación, ya que estaba completamente sola.

Cuando creía que ya nada le sorprendería del proceder de Marco, Rocío tuvo pruebas de que él le era infiel con su mejor amiga y que quien los ayudaba y cubría era,  ni más ni menos,  que su propia suegra. La sorpresa fue mayor cuando le reclamó a la madre de Marco y esta le respondió: “No te enojes, tú eres la catedral y las otras son las capillitas”. 

Esta situación continuó y después de muchos años de matrimonio, Rocío decidió divorciarse.  

Marco tuvo tres matrimonios más, pero tampoco fue fiel a las siguientes esposas. Su madre continuó apoyándole en esta equivocada conducta. 

Cuando él murió, Rocío asistió al sepelio junto con sus dos hijos.

 ¡Las sorpresas aún no habían terminado!  

Estando en la agencia funeraria, Rocío se mantenía a cierta distancia de su ex suegra, quien permanecía llorando de forma escandalosa abrazada del féretro.

 Después de que Rocío tomó varios cafés, tuvo necesidad de ir al sanitario. Para llegar, tuvo que pasar cerca del lugar en que se encontraba su ex suegra.  Cuando lo hizo, sorpresivamente la señora la inmovilizó, dándole un fuerte abrazo y gritando a todo pulmón: “ Rocío, de las decenas de mujeres con las que mi hijo te fue infiel, a la que más he querido es a ti”. 

La sorpresa provocó la risa de la mayoría de los asistentes.  Rocío  no podía creer lo que estaba sucediendo en pleno velorio y en ese momento tomó la decisión de…

Otro hecho inesperado 

 Gelus, amiga y compañera de trabajo, hace muchos, pero muchos años, era la mujer más feliz. Mientras trabajaba, se le escuchaba cantar y reír por la menor tontería. 

Varias veces se dirigía a mi oficina para comentarme los avances en los preparativos de su ya muy próxima boda, pero ese primer día del mes de marzo, entró, cerró la puerta y con una expresión de alegría y travesura, a la vez que se colgaba de mí con un fuerte abrazo, me pidió ser uno de sus testigos en la ceremonia que se celebraría el último sábado del mismo mes. 

Escasos seis meses atrás, había conocido a John en una gasolinera rumbo a Cuernavaca, Morelos. Cupido trabajó rápidamente y al siguiente mes ya eran novios con planes de boda. 

A escasos ocho días de la boda, Gelus y John planearon ir a Cuernavaca a entregar algunas invitaciones a amigos que residían en el estado de Morelos. Tomaron carretera a las ocho de la mañana, querían llegar a desayunar a su lugar favorito: “Las Mañanitas”.

A la altura de la peligrosa curva llamada “La Pera”, un trailer que circulaba en el carril central de pronto se incrustó en el auto de John.  Nunca llegaron a entregar las invitaciones… John murió al instante y mi amiga fue hospitalizada por todo un mes. 

¡Así, las participaciones de boda fueron sustituidas por esquelas!

Gelus estaba devastada y algo extraño le sucedía… no podía llorar y expresar su dolor. Un día, su psicólogo le sugirió ir a Gayosso, entrar a las capillas en las que se estuviera velando a una persona y mezclarse con el dolor de los ahí presentes. Así lo hacía hasta dos veces por semana y extrañamente, así, sí podía explotar en un largo llanto y sacar su inmenso dolor. 

A escasas semanas de seguir esa rutina, un domingo entró a una capilla en la que se velaba a un señor que, por supuesto, Gelus no conocía. Cuando comenzó a dejar salir su inmenso dolor y a llorar de manera estrepitosa, llegó una señora, le propinó una cachetada y la obligó a retirarse diciéndole: “Eres una cínica, seguramente eras amante de mi marido”.  

¿Alguien  podría creer que mi amiga tuviera razones para estar ahí, sin siquiera saber quién era el difunto, y llorar de esa manera? 

g.virginiasm@yahoo.com

@g.virginiaSM

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