En este siglo XXI, se habla con frecuencia de seres de otras galaxias, cuyas naves se dejan ver en diversos lugares del mundo. Los interesados en el tema, de acuerdo a lo investigado, están seguros de que seres de otros planetas habitan la Tierra o que ya han estado aquí.
A través de años de investigación, se han encontrado evidencias de su existencia en este planeta, desde antes de Cristo.
En la actualidad, los avances tecnológicos y la inteligencia artificial han sido un gran apoyo para científicos, antropólogos, historiadores y otras personas interesadas en este rubro, como Betty.
Ella es una chica de catorce años, preguntona y curiosa. Cuando escucha, lee u observa algo interesante, investiga hasta saciar su curiosidad. Mientras en su casa todos duermen, ella despierta de madrugada, se asoma por la ventana de su cuarto para observar el firmamento. Primero trata de identificar las constelaciones para no confundirlas con otros cuerpos celestes.
Es tanto su interés en descubrir algún evento en el cielo estrellado, que en ocasiones permanece hasta una hora escudriñando la bóveda celeste. Hace unos tres meses, descubrió unos cuerpos luminosos que se movían con rapidez. En las primeras apariciones, ella creía que eran una nueva antena, de las que aparecen de la noche a la mañana para evitar la presencia de los ambientalistas, que protestan por los árboles sacrificados.
En otros momentos, pensaba que podría ser algún meteorito, una estrella fugaz o cualquier fragmento estelar. Al segundo mes, los objetos luminosos permanecían más tiempo en el mismo lugar. Betty sentía un poco de miedo al fijar su vista hacia las supuestas naves.
Las luces se prendían y apagaban con cierto intervalo de tiempo, como si trataran de enviar un mensaje. La chica estaba como hipnotizada por lo que le estaba sucediendo, había comprendido que se dirigían a ella. Fijó su atención en las luces y pudo entender el mensaje.
─Somos viajeros intergalácticos, nuestra misión es observar el comportamiento de los habitantes de otras galaxias, nosotros venimos de Andrómeda. Algunas misiones de otras galaxias han estado aquí muchos años antes de lo que en el Occidente de su planeta llaman nueva era, a partir del nacimiento de Jesús Cristo. Los encargados de estudiar el pasado de este planeta, han encontrado vestigios de la existencia de extraterrestres en varios lugares del mundo, en especial en Egipto y en México, en la civilización de los mayas.
─Entonces, no me había equivocado en mis percepciones, los descubrí hace meses ─ expresó Betty, emocionada y un poco asustada.
─No tengas miedo, Betty. Nuestra misión es ayudar en la construcción de una mejor forma de vivir. En diversas etapas se ha visitado este planeta, la Tierra. La intención es apoyarlos con nueva tecnología. Algunos de nuestros compañeros tienen años viviendo entre ustedes. No los distinguen porque asumen las características humanas. Cuando terminen su misión, regresarán a su lugar de origen.
─¿Entonces, lo que han dicho los estudiosos de naves y visitantes extraterrestres es verdad? ─preguntó entusiasmada la adolescente.
─Es cierto, pero así como hay gente buena, también existe mucha maldad en algunos humanos ─dijo un viajero de la Galaxia Andrómeda.
—Por ahora tratamos de encontrar el lugar adecuado para ubicarnos, y seleccionar a los jóvenes con determinado coeficiente intelectual y sentido humanista. Ellos serán capacitados para guiar a sus congéneres en el nacimiento de una nueva era, donde todos tendrán una vida digna, en paz, con la productividad necesaria en todas las áreas del quehacer humano —continuó su compañero.
—Donde la justicia y el bienestar impere. Buscamos a gente como tú Betty, que se preocupe por la desventura de otros, y piense que existen otras civilizaciones en lejanos planetas —concluyó el primero.
─No sé si estoy despierta o dormida. Si le contara esto a mi familia, jamás lo creerían ─dijo la chica, feliz de lo que estaba viviendo.
─Ustedes tienen un país realmente hermoso, muy rico en recursos naturales, la flora y fauna son espléndidas y diversas, los recursos minerales aún son abundantes. Deberían estar catalogados entre los primeros cinco lugares del mundo; sin embargo, pareciera que se empeñan en destruir tan bello lugar. No han valorado el gran tesoro que tienen.
─Me da vergüenza, pero es verdad. Los ambientalistas hacen lo que pueden exponiendo su vida por salvar a la naturaleza —aceptó Betty.
─Hemos visitado otros planetas donde la vegetación es escasa. Sus habitantes la aprecian tanto, que la cuidan como un gran tesoro. Ustedes, que tienen todo en abundancia, no reflexionan sobre la catástrofe que pueden ocasionar. De alguna manera se ha iniciado ya, con el calentamiento global.
Los viajeros intergalácticos dijeron a Betty que en el tiempo que habían observado el comportamiento de los mexicanos, los habían catalogado en tres grupos: el primero está integrado por gente buena, emprendedora, bondadosa, honesta. Ellos educan a su familia dentro de los llamados valores universales. Son portadores de energía positiva.
Otro grupo lo forman personas que han tenido dificultad para superarse en la vida, su ingenuidad hace que otros se aprovechen de ellos, creen en las mentiras que les dicen. Algunos llegan a enterarse de que han sido engañados, pero continúan con la misma actitud.
El tercer grupo está integrado por individuos malos. Son personas sin piedad, no les importa maltratar, robar, ni matar. Para tragedia de este país, los malos se han insertado en algunas instituciones.
─¿Qué podemos hacer? Los valientes que se han atrevido a denunciar no viven para saber los resultados —comentó Betty.
─Nosotros tenemos la solución, Betty. Estamos planeando una mejor vida no solo para este país, sino para todo el planeta ─expresó quien dijo ser el jefe de la expedición
─¿Cuál será la solución? ─preguntó la chica, emocionada.
─Lo sabrás cuando el plan esté terminado. Tú formas parte de él —contestó el jefe.
Betty se fue a dormir creyendo que había sido un sueño. Muy pronto estaría trabajando en el plan de transformación de la vida terrestre.
El cuento dejaría de serlo.
