No a todos les ocurren eventos que transforman el sentido de la vida en un antes y un después.
Rubén y Jimena son dos jóvenes recién graduados en bioquímica. Ambos se interesan en los misterios del universo, les apasiona la física cuántica.
Lo que presenciaron en ese viaje cambiaría para siempre su creencia de que los humanos somos los únicos seres pensantes en este planeta llamado Tierra.
Les fascina la antropología y la astronomía. Habían planeado festejar el término de sus estudios universitarios haciendo un viaje a los estados del sur del México. La madrugada de un domingo iniciaron el anhelado viaje, saliendo de la ciudad de Santiago de Querétaro.
El primer estado en su itinerario fue Veracruz. Visitaron los lugares de interés histórico. Al día siguiente, antes del anochecer, partieron de Coatzacoalcos rumbo al estado de Chiapas. Se fueron por la costera, una carretera panorámica, sin considerar que de noche poco se puede apreciar.
Era de madrugada cuando Jimena tomó el volante, Rubén descansaría. De pronto, una potente luz la hizo frenar de golpe. Con asombro, vieron aproximarse a un ser nunca antes visto. Les preguntó en español dónde o con quién podía dirigirse para conocer como se vive en el planeta Tierra.
—Vinimos en son de paz, queremos estudiar este planeta sin dañar nada ni a nadie.
Por segundos, los jóvenes enmudecieron. El ser que les hablaba tenía una mirada luminosa, movía pausadamente sus largas manos con tres dedos. Esa actitud dio confianza a los chicos. Jimena bajó los cristales de la ventanilla del auto, extendió su mano, tocó la piel de aquel extraño ser; de inmediato, sintió una corriente de energía que recorría su cuerpo, depositándose en su cerebro. Lo mismo sucedió con Rubén.
Los jóvenes trataban de asimilar lo que estaba sucediendo, su mente era un caos. El extraño viajero empezó a conversar con los chicos. Ellos preguntaron al visitante de dónde venía y cómo había aprendido hablar español; él, con su mirar tranquilo y pausado hablar, respondió.
─En donde vivo, tenemos almacenados todos los idiomas terrestres y de otros lugares. Es indispensable saberlo para la investigación que haremos en el planeta seleccionado. Los científicos y la tripulación también conocen el idioma a la perfección.
—¿Cuántos son? —preguntaron los jóvenes, sorprendidos.
─Cuatro tripulantes responsables del funcionamiento de la nave, cuatro científicos investigadores y tres ingenieros encargados de seleccionar y almacenar la información.
Los jóvenes, ya muy tranquilos, dijeron que existían a nivel mundial organizaciones donde podrían adquirir determinada información, pero sería muy peligroso porque los capturarían; lo más probable sería que los torturaran para saber de dónde son y, por qué están en la Tierra.
─No se preocupen, terrícolas, podemos cambiar nuestra apariencia física. Creerán que somos un grupo más de la raza humana.
─Qué bien, así no tendrán problemas —dijo Rubén.
─¿Les gustaría acompañarnos?, sabemos que están interesados en el universo, tendrán la oportunidad de conocer algo más de su planeta.
Jimena y Rubén, entusiasmados, aceptaron la invitación. Serían los únicos en el mundo que vivirían esa extraña aventura. Empleando una tecnología muy avanzada, los extraterrestres hicieron un mapeo de los lugares que visitarían. Seleccionaron en principio a Singapur, Japón, Grecia, Colombia y México.
Los chicos estaban felices, conocerían lugares que no sabían que existían. Seguían asombrados por los avances tecnológicos y científicos de los viajeros interplanetarios. Haciendo una comparación con los mayores adelantos terrestres, llegaron a la conclusión de que había mucho por hacer.
El primer país que visitaron fue Singapur. Con un plan hecho y estrategias estudiadas, fueron bien recibidos. Lograron obtener suficiente información para hacer un análisis de la organización y estructura del país.
Con los datos obtenidos, hicieron un primer diagnóstico. El jefe de la misión dio su opinión de lo observado.
─En Singapur encuentro una bien organizada estructura política, social y económica. Buenos estándares de vida. Sin embargo, considero excesiva la carga de impuestos y extrema vigilancia hacia la población. Tienen un buen programa de becas para los alumnos de excelencia académica. Singapur se ha adelantado a otros países que llamamos potencias mundiales.
─Es una buena oportunidad para aprender y trascender. Con la beca pagan los estudios y los gastos que se generan por la estancia en Singapur ─dijo Rubén.
—El requisito es tener una calificación de “A” en todas las materias, de no hacerlo, regresan al estudiante a su casa —comentó Jimena.
—Es un compromiso y deber del becario, tiene todo lo que necesita, su único trabajo en cumplir con los deberes escolares —opinó el investigador interplanetario.
Los jóvenes escucharon embelesados al bien proporcionado y elegante caballero, a quien solo ellos conocían su verdadera fisonomía.
Rubén y Julia observaron una expresión de tristeza en el rostro del jefe de la expedición, preguntaron qué sucedía.
─Hemos conocido planetas áridos donde la vegetación es escasa, las tormentas son arenosas, la piel de quienes lo habitan es como de una corteza de árbol a punto de morir. Los humanos viven en un planeta bellísimo, observamos su hermosura antes de aterrizar, es de un brillante color azul.
—Sí, somos afortunados de vivir en el planeta Tierra, es nuestra única casa —expresaron los jóvenes.
—La flora y la fauna son increíbles. Tienen todo para vivir en paz, sin problemas de alimentación y, sin embargo, existe una gran desigualdad social, económica y cultural. Eso es imperdonable, no saben valorar la riqueza que tienen. ¡Están destruyendo al planeta!
Faltaba un largo recorrido para los graduados, la aventura no había terminado.