Dicen que la venganza es el manjar más sabroso y la industria del cine ha hecho su agosto con las películas de venganza. El rollo es casi siempre el mismo, hay un hombre bueno al que le matan a la esposa o al hijo y se convierte en un feroz vengador que mata a todos los malvados.
El problema de la venganza es que uno se hace igual que su enemigo. Desde luego que el deseo de venganza surge ante una afrenta o agresión sufrida y busca hacer justicia, pero justicia propia, sin reglas y motivada por el odio.
Sabe, los vengadores pierden el rumbo. Sacrifican su situación presente, que puede ser de estabilidad, para enfrascarse y hasta obsesionarse con una venganza. Dejan de ver el futuro para llenarse de odio y dejan de lado sus prioridades para concentrarse en su venganza.
La venganza siempre deja malas consecuencias. Se genera más odio y más violencia. Así que no cobre venganza.
¿Entonces la injusticia triunfará? No, no es así. Le voy a dar una característica de Dios que casi no sabemos. En la Biblia es llamado “Dios de venganza”. Y esto es lo que quiero explicarle.
Por un lado, las palabras que se traducen como «venganza», tienen como su significado principal la idea de castigo. Por otro lado, adiferencia de nosotros, Dios nunca toma venganza por odio o por motivos impuros. Su venganza es con el propósito de castigar con justicia total.
Esto es vital para entender por qué Dios se reserva para Sí mismo el derecho a vengarse:
Yo tomaré venganza; yo les pagaré lo que se merecen. A su debido tiempo, sus pies resbalarán. Les llegará el día de la calamidad, y su destino los alcanzará. (Deuteronomio 32:35)
Al Señor no se les escapa ningún mal, ninguna injusticia. No está dormido ni distraído. Por eso Él afirma que se retribuirá lo justo y que, a cada uno, tarde o temprano le llegará su retribución. Así que Dios nos da dos instrucciones muy claras al respecto:
No digas: «Me voy a vengar de este mal»; espera a que el SEÑOR se ocupe del asunto. (Proverbios 20:22)
Uno, es que no solo no te vengues, es que ni siquiera lo pienses. Y dos, espera a que el Señor tome venganza. Esperar es tal vez es la tarea más difícil, especialmente cuando vemos que al que nos causó el daño aparentemente no sufre ninguna consecuencia, pero si la tienen, aunque no la veamos o no la sepamos.
Dios pagará justamente lo que se merecen los malos, y lo hará de manera doble: aquí en la tierra y en la eternidad.
En la tierra les sobrevendrán calamidades. La palabra calamidad, bíblicamente significa: devastación, asolamiento, destrucción, quebrantamiento, ruina, tempestad. Esto va a venir sobre la persona y sobre su entorno, aunque algunas veces no se note, pero tenga por seguro que así es. Así que todos reciben su justo castigo en esta tierra.
Lo peor para ellos, es que también recibirán su justo castigo en la eternidad, no solo el sufrimiento eterno en el infierno, sino aún ahí, diferentes niveles de castigo.
Hay una ley universal ineludible:
No se dejen engañar: nadie puede burlarse de la justicia de Dios. Siempre se cosecha lo que se siembra. (Gálatas 6:7)
Todos queremos que se haga justicia, pero no nos toca juzgar a nosotros, ni tampoco ejecutar el castigo. Eso es trabajo de Dios. La venganza hay que dejársela al Señor.
¿Qué nos toca hacer a nosotros?
- Perdonar al que nos ofendió o agredió, para que también nosotros seamos perdonados.
- Bendecir y orar por los que nos persiguen y han hecho daño. Esto quitará el odio y la amargura, nos dará paz y estaremos sembrando para nuestra bendición.
- Esperar en el Señor. Esperar tiene dos significados: por un lado, significa creer que Dios va a tomar venganza y, por otro lado, esperar con paciencia al Señor, porque Él lo hará en el mejor tiempo y de la mejor manera.
Pastor Jorge Cupido
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