De niña me enseñaron a creer en un Dios eterno. Algunas veces padre amoroso, otras justiciero y vengador.
Conforme fui creciendo, por mis propias experiencias, por las incongruencias del catecismo que mis padres, abuelos y maestros me obligaron a aprender de memoria, por las contradicciones de entre lo que mi papá y mamá predicaban y su actuar, empecé a dudar si Dios existía o si su figura y enseñanzas eran acomodadas de acuerdo a la situación que a cada quien convenía.
La familia de mi madre era cristera, la de mi padre católica obsesiva. Las dos viejitas que adoptaron a mi madre… ridículamente mochas.
Estas señoritas solteronas, siempre que subían a un tren, llevaban una sombrilla para con la punta rayar o desprender los anuncios del refresco “Lulu” porque la muñequita que era el emblema de la marca, tenía ropa muy corta y entallada. Decían hacerlo porque era pecado para quienes los vieran. Siempre me pregunté si Dios tenia tanto tiempo como para clasificar todos los anuncios, libros y revistas, pero si yo expresaba esta o cualquier duda referente a la religión, estaba en pecado y tenia que confesarme.
Cuando mi madre se casó con el muchacho que ellas le eligieron y ya a punto de mis padres abordar el autobus que los llevaría de luna de miel a Michoacán, mi papá preguntó a las dos viejitas si mi mama sabía lo que sucedería en este viaje. Obviamente el se refería a las relaciones sexuales. Ellas se persignaron y contestaron que no, porque era un tema pecaminoso. Resultado: mi madre al siguiente dia se regresó caminando. No solo estaba espantada, sino traumada de por vida.
Cuando a mis doce años me enteré de este incidente, con admiración me pregunté _por qué si Dios nos hizo a su imagen y semejanza, teníamos partes en nuestro cuerpo que, podían provocar un pecado mortal_
Con similares y peores incongruencias fui educada, lo que provocó en mi graves dudas sobre Dios, pero si yo las expresaba, la respuesta era: “No preguntes, es un Acto de Fe”.
Obviamente toda la familia teníamos que asistir a misa cada domingo, confesarnos y comulgar. Siempre, con extrañeza, observé que mi padre jamas comulgaba. Era obligatorio, durante quince días de mayo, ir a la iglesia a ofrecer flores a la Virgen, rezar el rosario los sábados, pero sin demostrar cansancio o aburrimiento, también comulgar los viernes primeros, etc.
Mi padre nos tenia prohibido a mi madre y a mi usar pantalón o vestido sin mangas. La falda debía de llegar cuarenta centímetros abajo de la rodilla. ¿Falda más corta? era provocativo y pecaminoso.
A pesar de que mis hermanos y yo estudiamos en escuelas católicas, fui sacando en conclusión que ese Dios que nos enseñaba la religión no era igual para todos y tampoco siempre era el mismo. Cada quien lo acomodaba a su conveniencia.
Pobre Dios, ¡Lo traíamos mareado!
Una de las mas grandes, casi ofensivas contradicciones fue la de mi padre que a la muerte de mi madre, se casó con una señora, no católica, sino mormona, que además tenia tres hijos del compadre y vecino de ms padres. Lucila había convertido a ese señor en bígamo. Ella sabia que era casado y padre de tres hijas, pero esto no la detuvo para convencerlo de casarse con ella.
Cuando la esposa del vecino se enteró de la conducta de su marido y esta señora, mi madre aun vivía, llegó a conocer a la amante y enterarse de toda la historia, pero…
¡ Jamás se imaginó que llegaría a ser la esposa de mi padre!
¿ A donde quedó la exagerada moral de mi papá? ¿A dónde quedó el amor o temor a Dios y lo que nos había enseñado?
Dejemos a mis padres y veamos parte de mi historia de vida.
Como ya he explicado en otro capítulo, me casé en contra de la voluntad de mis padres, no asistieron a mi boda y por años, me prohibieron verlos. No me importó y durante un año, una vez a la semana pasaba a su casa, tocaba, se asomaban por la ventana y al verme la cerraban de mala manera.
Al año y medio de casada les avisé del nacimiento de mi primer hijo…no lo quisieron conocer.
Me vuelvo a preguntar: ¿No Dios es amor y perdón?
Ya no se si no entiendo a Dios o a nosotros los seres humanos.
¿Existe un Dios cambiante según las circunstancias y las deducciones de cada ser humano o es un Dios defraudado y no comprendido? Dudo que alguien tenga la respuesta. Yo no.
La religión católica, aparentemente basada en Dios, prohibe el divorcio.
Uno de los angeles que me ha protegido y apoyado hasta el dia de hoy, es el padre Gonzalo M. B. de la evolucionada orden del Espíritu Santo.
Recién ordenado, fui su primer caso. Le tocó vivir que dentro de la iglesia de la Santa Cruz, a donde mi entonces novio y yo habíamos ido a pedirle que nos casara, llegara mi madre y lo golpeara varias veces con una sombrilla, porque decía que era un padre alcahuetee. Creo que le faltó al respeto al sacerdote y al Dios de ella.
Como era de esperarse , los veintidós años que duré casada, fueron un fracaso. Mi amigo, consejero y confidente era Gonzalo, quien conocía mi lucha y vida a detalle.
Uno de mis días negros hablé con el y cuál seria mi sorpresa cuando me preguntó por qué no me divorciaba. De inmediato le respondí que no estaba permitido por Dios, que el matrimonio era para toda la vida; en las buenas y las malas. Me enseñaron que la cruz del matrimonio había que cargarla hasta la muerte.
Me contestó que Dios no quería ni víctimas, ni mártires. A esto le expresé que yo sabia que quedaría excomulgada y no podría volver a recibir la comunión. Su respuesta marcó y ha marcado mi vida así como la forma de acercarme al Ser Supremo.
_ Tu comunicación es directa con Dios y El sabe todo lo que has vivido y luchado. Comulga sin confesarte, solo arrepiéntete y pídele perdón por el mal que hayas hecho. Si quieres yo tramito la disolución de tu matrimonio_ Dijo Gonzalo.
¿Para qué querría esta disolución, si estaba convencida de nunca volver a contraer matrimonio?
¡Bueno…así pensaba en ese momento!
Aprendí a tener mi propio Dios y no el que enseña la cambiante religión. Creo y confío en un Dios bondadoso, protector y amoroso. No castigador y vengativo.
De lo que sí estoy segura hasta la fecha, es que mi rebeldía y sobre todo, mi fe en El, me ha sostenido y acompañado en la, no fácil, pero linda vida, que me ha tocado o he elegido.
¡Gracias Dios…muy mio!
g.virginiasm@yahoo.com