Un ancla es un elemento que se arroja al agua para que el barco no se mueva con las corrientes o el viento, dándole la estabilidad necesaria.
El ancla tiene también significados ilustrativos, siendo uno de ellos el de ser la representante de los vínculos fuertes y resistentes, los que dan solidez, seguridad y estabilidad.
En la Biblia se mencionan pasajes donde se habla del ancla, tanto en el sentido marítimo, como en el sentido ilustrativo. En el sentido figurado, La Biblia usa un ancla para describir la esperanza que tenemos como el ancla de nuestra alma: “Esta esperanza es un ancla firme y confiable para el alma; nos conduce a través de la cortina al santuario interior de Dios.” (Hebreos 6:19).
La esperanza, bíblicamente hablando, es una actitud mental, un estado de ánimo optimista, en el que se espera, con confianza, un resultado futuro favorable prometido por Dios.
Esta esperanza se basa en algo cierto, tangible, poderoso e indestructible, se basa en Dios mismo, quién por gracia y amor, nos ha hecho promesas, pero también juró hacerlas realidad, para que no tengamos ninguna duda de que Él cumplirá lo que dice.
La Biblia le llama ancla a esa esperanza y nos dice que está ante la misma presencia de Dios, es decir, el ancla del cristiano llega hasta el cielo, lo cual nos asegura las maravillosas y sobrenaturales cosas prometidas por Dios.
La esperanza es para tres tiempos diferentes: durante nuestra vida en esta tierra, cuando Jesús regrese y en la eternidad.
Durante nuestra vida en esta tierra porque cuando las tormentas de la vida llegan para el cristiano, en lugar de miedo, preocupación o duda, puede aferrarse a las promesas de Dios y recibirlas. Promesas de paz, gozo, sanidad, prosperidad, protección y muchas más. No importa lo que pase, las promesas de Dios permanecen firmes.
Todo lo del mundo es incierto, variable y perecedero, pero las promesas de Dios son ciertas, invariables y perdurables. Esa es la esperanza con la que caminamos en este mundo.
Cuando Jesús regrese, porque tenemos la promesa de ser llevados con Él y evitar el posterior derramamiento de la ira de Dios sobre el mundo. Muchas profecías bíblicas hablan de ese terrible tiempo. Antes de conocer a Cristo “éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios” (Efesios 2:3), pero el amor de Dios y su gran misericordia hizo posible que nuestro destino cambiara en ese tiempo.
En la eternidad, porque para todo ser humano que haya existido, exista o vaya a existir solo habrá dos posibles destinos eternos: la presencia de Dios o el lago de fuego de castigo sin fin. Dios quiere que todos estén con Él y por eso vino Jesús, el inocente pagó por todos los pecadores y todos los que en Él crean serán salvados de ese terrible destino. Los que van a ir ahí será por su propia decisión de despreciar la salvación gratuita. Nuestra esperanza en la salvación eterna está respaldada por la vida perfecta de Jesús, su muerte y su resurrección. Es un ancla histórica, verídica y firme, asegurada por la promesa y el juramento de Dios.
Así que el creyente puede vivir con una esperanza cierta, un ancla que le mantendrá firme en esta vida y en la futura.
Pastor Jorge Cupido
@jorgecupidoqro
EL SELLO
@ElSelloQueretaro
Domingos, 11.30 am
San José 498, Col. Carrillo Puerto, a 100 m. de Av. 5 de Febrero
Querétaro, Qr