A través de la historia de la humanidad, los grandes sueños creados por el cerebro humano, han transformado al mundo por medio de la ciencia, la tecnología, las artes, las relaciones sociales y, recientemente, la IA: inteligencia artificial.
En un contexto dado y momento determinado, los neurotransmisores de un sujeto pensante se ponen en alerta, motivados por ciertos detonantes. Desde estos parámetros, enfoca su energía para crear algo que tenía como un anhelo, que en principio es solo una idea amorfa.
Una vez iniciado el proceso, el pensamiento del sujeto está en constante movimiento. Analiza la factibilidad, asertividad, funcionalidad y productividad de su idea primaria. Estas reflexiones coadyuvan en la maduración de la creación. En el desarrollo del proceso, se van integrando más elementos para fortalecer la estructura de la idea. El autor la retiene en su memoria.
Lo que empezó siendo un sueño, es ahora una idea con una estructura lógica, la cual se puede transformar en algo tangible para hacerla realidad. Deberá pasar por una serie de procesos, para los cuales se requieren recursos de diversa índole. Pasar por un fino tamiz que la haga trascender de la contemplación a la viabilidad.
Leí una frase del gran periodista, escritor y editor estadounidense, nacido el 24 de junio de 1842 en Ohio, Ambrose Gwinett Bierce: “Si deseas que tus sueños se hagan realidad, ¡despierta!” Me gustó. Es válido soñar con un sistema de vida diferente al que tenemos, con la creación de proyectos que nos permitan trascender.
Por consiguiente, es necesario despertar para ponerse en acción. Moverse mental y físicamente.
Grandes personajes en la historia de la humanidad, lo han logrado abriendo el camino hacia la realidad. En la ciudad de Macedonia, en el año 356 a, C. nació quien llegaría a ser un personaje que trascendería los siglos. Sus hazañas se encuentran narradas en libros de historia, arte y política. Ese hombre fue Alejandro el Grande, también nombrado Alejandro Magno, quien logró ese merecido honor en la historia universal.
Sus increíbles hazañas las realizó en solo 32 años, los que vivió. Extendió su imperio por el este, desde Grecia hasta el valle del Indo. Por el oeste, hasta Egipto. Ahí nació Alejandría, la ciudad más famosa de las 70 que fundó.
Ocupó altos cargos de mando: fue rey de Macedonia, hegemón de Grecia, gran rey de Media y Persia y faraón de Egipto. Murió en Babilonia en 323 a. C.
Alejandro Magno fue un personaje de brillante inteligencia, líder nato. Cada conquista era estudiada a profundidad, cada movimiento estratégicamente planeado.
Podemos dilucidar que, para alcanzar un propósito, llegar a una meta, es necesario estar despierto en todos los sentidos y en constante movimiento.
En cada lugar y época del mundo, han existido y existen seres humanos, mujeres y hombres con características y coeficiente intelectual propicio a la investigación, creación, en las diversas áreas del quehacer humano. Sus descubrimientos se transforman en las nuevas columnas que sostendrán los avances científicos y tecnológicos de ese momento y espacio, hasta que un nuevo paradigma los sustituya.
La humanidad está en constante movimiento. En este siglo XXI caminamos de prisa sin tener tiempo para reflexionar, divertirnos, disfrutar la vida. De pronto, los años pasan y aquel sueño que se tuvo en los años jóvenes, no recibió el tiempo y espacio necesarios para hacerlo realidad. Ahora solo quedan las cenizas y añoranza de lo que pudo haber sido y no fue.
Las situaciones problemáticas que suceden en un hogar, centro de trabajo, arte, deporte, o en cualquier actividad de la vida cotidiana, si no hemos desarrollado la capacidad de análisis, reflexión y toma de decisiones, es factible que nos atrapen, sintiendo que hemos fracasado.
Las malas rachas, como se llama en términos coloquiales a los problemas, se pueden convertir en una oportunidad de aprendizaje, de creación, de reinventarse para continuar. El ser humano es muy creativo cuando se lo propone. Varios ejemplos los tuvimos en el 2020, con la mortal pandemia.
Hubo familias cuyas relaciones entre padres e hijos eran difíciles, con el encierro obligatorio, se agravaron. La capacidad para comprender el peligro en que se vivía estuvo ausente. Por diversas circunstancias, no pudo ser asimilada la situación del encierro. La vida cotidiana de esas familias fue un caos.
Otro grupo de personas aprovecharon el encierro siendo creativos. Reinventándose día a día, crearon artesanías, cocinaban para entregar a domicilio, así se apoyaban mutuamente: quien vendía reunía dinero para los gastos del hogar, quien compraba, evitaba el miedo de salir a la calle para satisfacer sus necesidades primordiales.
Muchos de estos emprendedores tienen ahora pequeños negocios que van en ascendente progreso. Lo que pudo ser solo un sueño se convirtió en tangible realidad.
México es un país muy creativo. Quien deja la pereza y pone a trabajar sus neuronas sale de la zona de confort para reinventarse. Pensar, crear, analizar, dilucidar, reflexionar y tomar las decisiones asertivas conducen al éxito. Las acciones de los adultos serán una motivación para los niños y jóvenes que observan las actitudes de sus padres u otros familiares, coadyuvando al desarrollo de las ideas y pensamiento crítico de niños y jóvenes.
Los alumnos que desde el preescolar demuestran ciertas habilidades en la resolución de la tarea encomendada, llaman la atención de la educadora y de los padres. Corresponde a los adultos estar pendientes del desarrollo intelectual, emocional y físico de las niñas o los niños.
Estos alumnos van desarrollando su capacidad de investigación, su habilidad creadora. Sus descubrimientos e inventos serán en beneficio de la humanidad. Los sueños de niños se hicieron tangibles. Lo pensaron y lo hicieron realidad