José Roiz González: visión de futuro
Su legado
Por: Araceli Ardón
Don Pepe Roiz heredó el tesón, espíritu de lucha y dedicación de los asturianos; nació en el puerto de Veracruz el 11 de abril de 1924, pero el destino lo trajo a Querétaro, para nuestra fortuna.
A mediados del siglo XIX, el gobernador Benito Zenea inició los trámites de compra de una obra negra en terrenos del Convento de San Francisco, frente al jardín que lleva su nombre. Quería convertirlo en Palacio de Gobierno, pero los fondos públicos no fueron suficientes. En 1875, el inmueble fue adquirido por Cipriano Bueno. Este empresario lo convirtió en el Gran Hotel y designó como gerente a su sobrino, Celestino Roiz Bueno, asturiano de origen, casado con Soledad González; murió don Celestino, dejando a su esposa viuda, quien llevó las riendas del negocio con sus hijos Lupe, Ana, José, Marina, Paquita y Luis. Nuestro personaje, el tercero de los hermanos.
José Roiz estudió en la Escuela Bancaria y Comercial. Comenzó a trabajar a los catorce años. Fue mozo, ayudante, mesero, recepcionista, encargado de control y bodega; eso le permitió conocer el negocio hotelero. Con enorme don de gentes, tuvo el privilegio de atender a huéspedes de la talla de los presidentes Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos, así como a toreros, artistas, empresarios y celebridades que se alojaban en el legendario establecimiento. Convivió con boxeadores como José Ángel “Mantequilla” Nápoles y otros líderes populares.
En 1952, contrajo matrimonio con la señorita María Teresa González Nova, con quien formó una familia de nueve hijos: José Antonio, Jorge, María Teresa, Celestino, Rafael, Gabriel, Ana Cristina, Miguel Ángel y Rodrigo. Todos ellos han seguido las huellas de don Pepe, impulsados por el deseo de avanzar por el camino definido por quien siempre contó con el apoyo de su esposa, una dama inteligente y amorosa.
Quise entrevistar a don Pepe en 1987 para mi revista Ventana de Querétaro. Me dijo que no tenía tiempo para entrevistas. No tenía interés en aparecer en los medios.
Participó en empresas inmobiliarias, agrícolas y pecuarias. Tenía un don para emprender negocios no tanto para ganar dinero sino para generar fuentes de empleo. Trabajaba con intensidad, desde el corazón, con fuerza creativa. Realizó infinidad de proyectos, muchos dedicados a la creación de instituciones sociales, como el Honorable Cuerpo de Bomberos en 1949, en cuya fundación participó a raíz de un incendio en el Gran Hotel; el Club de Futbol Gallos Blancos, al que presidió desde su inicio en 1950 hasta 1967; o la asociación civil Educación Superior del Centro, que auspicia las labores del Campus Querétaro del Tecnológico de Monterrey. Fue miembro de patronatos del Instituto Asunción y otras escuelas.
Participó en la fundación del grupo Ganaderos Asociados de Querétaro, de Alpura, las empresas Expohort, Casas Modernas de Querétaro, Quesos El Sauz. En cuanto a los hoteles: Casa Blanca, Impala, El Jacal. Restaurantes: La Choza, Jardín Acueducto y Daniel’s.
Fue uno de los fundadores del Club de industriales, así como del Racquet Club. Presidió el patronato de Santa Rosa de Viterbo, dedicado al cuidado y manutención de esta joya del barroco.
El olfato de don Pepe para los negocios le indicaba dónde había una buena opción; se dejaba llevar por su intuición para iniciar un proyecto, sin análisis de modelo de negocios. Llevaba anotaciones en cuadernos o papeles que sólo él comprendía. Anotaba los acuerdos que tenía con campesinos a quienes ayudó mediante préstamos que no cobraba. Tenía enorme sentido de la solidaridad, para fortalecer el tejido social y contribuir al desarrollo económico de un Querétaro al que amó profundamente. A todas las personas con quienes se encontraba en la jornada las trataba con deferencia y amabilidad, fueran trabajadores de su rancho, cajeros de un banco, empleadas de un negocio. Trasmitía una filosofía de vida que tenía sus bases en el trabajo, la constancia, la disciplina y una vena creativa.