jueves, marzo 20, 2025

Damas y caballeros

José Luis Sierra, poeta de esta tierra
Su legado
Por: Araceli Ardón

Nació en 1949 en la muy noble y leal ciudad de Santiago de Querétaro, a la que tanto amó. Murió en casa, en la compañía de su mujer e hijos, el sábado 18 de mayo de 2013, luego de padecer un agresivo cáncer de páncreas durante dos meses; por fortuna, no sufrió más tiempo. El viernes 17, apenas unas horas antes, había salido del hospital para pasar las últimas horas con su familia.
Fue poeta, profesor universitario, editor de libros y coordinador de la sección literaria del periódico Noticias.

Pienso en José Luis Sierra de 24 años y una sonrisa asoma a mis labios: la memoria me trae a la mente imágenes de mi amigo, el muchacho con el que aprendí a leer las noticias y entender lo que se oculta entre las líneas del periódico. Nuestra amistad comenzó en 1973. En septiembre escuché atenta sus explicaciones sobre la muerte de Salvador Allende, y en cada conversación sentí su dolor e impotencia al saber del golpe de Pinochet y lo que eso significaba para el continente. Estuvimos juntos en el homenaje al presidente chileno; en ese evento decidimos, alumnos y maestros, nombrar en su honor nuestra Escuela de Bachilleres de la UAQ.

José Luis era un joven impetuoso que escribía todo el tiempo, llenando de metáforas las servilletas de papel en La Mariposa de Juárez y Madero, un café donde pasábamos horas al salir de la universidad. Fumaba cigarrillos Del Prado, y cuando se acababa la cajetilla, desprendía el celofán y desdoblaba el envoltorio para escribir en su cara blanca las palabras que le brotaban incesantes, dictadas por un duende lorquiano que convertía sencillas experiencias juveniles en estupendos versos.

Todos aquellos poemas se fueron a los cestos de basura. No se nos ocurría guardarlos, ni a él le interesaba pasarlos en limpio: nuevas líneas brotarían en seguida de su mente. José Luis no hacía sino practicar en ellos, como la bailarina de ballet que se prepara para la gran función de su vida, danzando sin parar desde que se levanta, estirando las piernas y calentando el músculo, volviendo gráciles pies y torso, brazos y cabeza, con los huesos perfectos y fuertes, para sostener su bello cuerpo.


En aquellos tiempos toda la ciudad era nuestra casa. Querétaro era un puñado de calles y plazas que nos pertenecían. De las ventanas detrás de los balcones se desprendían invisibles historias de amor que José Luis captaba en su pluma inquieta. Él había nacido en el número 21 de la calle Allende Sur, frente a la casa de Mariano de las Casas, donde hay un preescolar que tiene la casita de muñecas que el alarife les construyó a sus hijos pequeños.


Cuando lo conocí, el poeta estudiaba Psicología después de haber pasado por la Facultad de Derecho de la UAQ, pero ninguna de estas disciplinas era su verdadera pasión. Su amante era la Literatura. Leía sin cesar, caminaba con libros bajo el brazo, se detenía en una banca y comenzaba a leer o a escribir sobre la vida, el amor y la muerte, el dolor y todos sus nombres, el deseo y la alegría, sus recovecos y traiciones.



En sus poemas hablaba de las viejas casas donde creció y de los ecos atrapados en sus rincones. En aquel tiempo se gestaron en su palabra los versos siguientes, que publicamos en 2012 en una compilación de cien autores:


Querétaro sabe todavía a cal y canto
huele a adobes rancios
meados por españoles y franceses
Hablo de mi ciudad y su decisión
De su esperanza hablo
De su rostro claro y duro
Del miedo que nos da rezar
Hablo de los soberbios y su fatalidad.
Este es el espacio y el tiempo
Mis hijos crecen como tu amor
Éste es su espacio y su tiempo
Languideces en la lectura de nuestro destino
Como venir y estar y figurarte
en estos vientos urbanos
Hacemos nuestra la tarea de tu memoria
la infinita gracia de tu silencio.


José Luis Sierra estudió en España: en el Instituto Iberoamericano de Madrid y en la Universidad de Málaga. Su trayectoria incluye décadas de docencia en la UAQ. Fue profesor invitado como residente en universidades de Estados Unidos: Nuevo México (Las Cruces) y Texas (El Paso). Realizó estancias en Amberes, Bélgica, en 2004 y 2007. La Universidad de Amberes presentó su libro bilingüe Een stad voor José María / Una ciudad para José María, traducido al flamenco por Stefaan van den Bremt. En 2007, la antología poética Cuaderno de Amberes incluyó su poema “Cuaderno de Amberes / Uit Antwerps aantekenschrift”.

En febrero de 2013, el poeta y editor Miguel Aguilar Carrillo publicó en Calygramma su poemario Una ciudad para José María y otros poemas. Es el ejemplar más bello entre sus libros, una edición muy bien cuidada por Diana Rodríguez y el autor. Debo decir que el patrocinio para la producción editorial provino del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la SEP y el INBAL. El Municipio de Querétaro, el Gobierno del Estado y la Universidad Autónoma de Querétaro fueron sus principales mecenas. En junio de 2022, esta última institución develó un busto del poeta en el andador Libertad, frente a la esquina de la Plaza de Armas.

Sierra vio el amanecer en varios países, aprendió otros idiomas y sus palabras se volvieron libros. Vio crecer a sus hijos Rodrigo, Dalia y José María. Por muchos años, recibí sus correos desde Amberes, Bélgica, o Valladolid, España. Sus palabras siguen resonando en nuestra ciudad, sus ecos se han vuelto pátina y la historia los integra a la tersa superficie de la cantera de la calle.

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