Damas y caballeros.
Salvador Ruiz Gómez, espíritu emprendedor
Por:Araceli Ardón
Quizá se deba a la belleza de sus bosques, a la reciedumbre de sus montañas o a factores de la genética de sus pobladores: Amealco ha sido la cuna de mujeres y hombres que llevan en su sangre una excepcional capacidad de trabajo y en la mente una gran inteligencia, que se despliega en varios rubros.
En ese pintoresco pueblo nació Salvador Ruiz Gómez, el 28 de noviembre de 1932. Fue el hermano más joven en una familia de nueve hijos. Su infancia transcurrió en su lugar natal, y pronto se desplazó a la capital del estado para estudiar; concluyó su preparatoria en el Colegio Civil y aunque deseaba continuar su formación académica, no le fue posible por razones de primordial importancia: sus padres habían envejecido y requerían su ayuda para enfrentar los retos de la vida.
En esta etapa, al convertirse en uno de los pilares de su familia de origen, el joven se enamoró de una chica amealcense: Sara Mendoza Ayala. Muy pronto, la pareja se comprometió en matrimonio. El joven planeó robarse a la novia, práctica en boga durante esos años, para lo cual contrató un taxi, que tuvo la mala fortuna de quedarse detenido en la carretera de Amealco, porque había llovido y el lodo atascó el vehículo. Con esa mala experiencia, la joven pareja siguió los ritos de la época y se casaron como Dios manda. Doña Sara fue la esposa leal de Salvador, entusiasta compañera de vida, excelente ama de casa y amorosa madre de sus siete hijos.
Uno de sus vecinos, Efraín González Basaldúa, supo identificar las grandes virtudes del joven: capacidad de trabajo, inteligencia, don de gentes y valores natos, y lo invitó a trabajar en sus negocios, dedicados a la compraventa de abarrotes, en Santiago de Querétaro.
Ocho jaulas de pájaros cantores, cuyos trinos daban alegría a su casa, fueron las piezas indispensables de la mudanza de la familia al trasladarse a la capital del estado. Don Salvador regresó a la ciudad de su adolescencia con su esposa y tres niños, imbuido del deseo de instalar su propio negocio, hacerlo prosperar, ofrecer el mejor servicio a sus clientes, con precios justos y honradez en los tratos, con base en los valores que sus padres le trasmitieron a lo largo de su formación.
A unos pasos de la hermosa Plaza de Armas, en un local alquilado, con 30 metros cuadrados en la esquina de Pasteur e Independencia, donde hoy se encuentra una paletería, don Salvador fundó el negocio La Guadalupana, que abrió sus puertas al público el 3 de septiembre de 1963, con una inversión inicial de $13 mil pesos y el apoyo incondicional de su mujer, quien además realizaba todas las tareas relativas a la administración del hogar y la formación de los hijos.
Al correr de los años, con los ahorros sacados de la fuerza del espíritu y largas jornadas de atención a su clientela, don Salvador adquirió un predio de 250 metros cuadrados en la calle Lucas Alamán #13, cerca del Mercado Escobedo, centro neurálgico del comercio queretano. En la planta baja, estableció su negocio y en el primer piso construyó un espacio residencial, para la familia. Al día de hoy, esta sucursal sigue ofreciendo servicios al público.
Con el deseo de enriquecer su conocimiento del ramo, se afilió a la Cámara Nacional de Comercio, donde al poco tiempo fue invitado a formar parte del Consejo; como líder empresarial, dedicó su tiempo, capital social y estrategias al servicio de CANACO, con el fin de apoyar el progreso del estado; gracias a su aportación, don Salvador fue electo presidente de este importante organismo.
Durante su presidencia, la Cámara creció en número de socios y desarrolló su potencial como institución gremial. Don Salvador participó en el proyecto de la construcción de la sede de CANACO en la avenida Luis Vega y Monroy #405, colonia Balaustradas, al sur de la mancha urbana. En la gestión de René Martínez como presidente municipal, entre los años 1982-1985, el señor Ruiz, representando a los comerciantes establecidos, tuvo una destacada contribución en la creación de la Central de Abastos, cuyas bodegas surten de productos básicos, frutas y verduras a la zona metropolitana, y que a la fecha continúa en operación.
La empresa Mayoreo en Abarrotes La Guadalupana contaba ya con dos sucursales, una de ellas con la modalidad de autoservicio, ubicada en la calle Melchor Ocampo #88, cerca del límite sur del Centro Histórico. Esta dirección aloja a la matriz de un negocio que ha prosperado gracias al empuje y el trabajo de los hermanos Ruiz Mendoza, quienes han inaugurado sucursales en otros municipios, en un esfuerzo continuo.
El 1 de junio de 1992, en el centro comercial Plaza del Parque, la vida de Salvador Ruiz Gómez fue segada, víctima de un asalto a mano armada. Contaba al morir con 59 años. Esta noticia cimbró a la sociedad de Querétaro, al perder a un hombre valioso, de gran integridad moral, un visionario padre de familia que dedicó sus mejores horas a la preservación de la paz y el desarrollo económico del estado.
Sus hijos Salvador, Arturo y Gonzalo siguen el camino marcado por su padre; Fernando murió muy joven, a los 26 años, en un accidente automovilístico. Las hijas Martha, Sara y Griselda dedican sus afanes al cuidado de sus familias.
Salvador Ruiz Gómez dejó en los suyos un legado de trabajo, disciplina, responsabilidad y ejemplo. A tres décadas de su partida, la comunidad que integra el sector comercial, proveedores y clientes de sus negocios lo recuerdan con cariño y respeto.
Fiel a su terruño, con otros empresarios destacados nacidos en esos lares, fundó las Fiestas de Amealco, celebración que continúa al día de hoy.
El mayor de los hijos, Salvador, miembro del Consejo del Tec de Monterrey, comenta con orgullo que los siete hermanos Ruiz Mendoza son graduados de esta institución de excelencia académica, así como diez nietos del empresario; dos de sus nietas todavía son estudiantes en el Campus Querétaro. Historias de lucha cotidiana que se escriben bajo el sol de México.
