domingo, diciembre 22, 2024

Damas y caballeros

Damas y caballeros
Su legado
Clemente Proal Suzán: mercader de la elegancia
Por: Araceli Ardon

Barcelonette, la “Capital de México en Francia” es un pueblo francés que se deja acurrucar por los Alpes. La “Barcelona de la Provenza” se ubica a 31 kilómetros de la frontera con Italia, pero sus lazos más importantes no son con el país de los romanos, sino con México. Una de sus avenidas principales se llama Porfirio Díaz, hay un museo dedicado a nuestro país y la plaza más importante lleva el nombre de Valle de Bravo, su ciudad hermana desde 2004.

Entre Barcelonette y la República Mexicana hay una larga y feliz historia de amor. En 1810, llegaron a nuestro país los primeros migrantes provenientes de ese lugar, y a lo largo de dos siglos las familias francesas recibieron las remesas enviadas desde aquí, lo cual les permitió construir las “mansiones mexicanas”, hoy admiradas por los turistas.

Cada 15 de agosto, las Fiestas Mexicanas llenan el aire con la música de los mariachis y se organizan verbenas donde se ofrecen platillos de esta tierra. Los niños portan el sombrero charro y las chiquillas bailan vestidas de china poblana.

Fotografía por María de los Ángeles de la Isla de Proal.

El señor Luis Proal, oriundo de Barcelonette, llegó a la Ciudad de México el 7 de noviembre de 1904 en el vapor “La Champagne”. Aquí fue recibido por sus paisanos, quienes crearon empresas como El Puerto de Liverpool, El Palacio de Hierro, la Cervecería Moctezuma, Clemente Jacques, El Buen Tono y Las Fábricas de Francia. Don Luis trabajó en El Puerto de Liverpool, donde aprendió el oficio del comercio; de ahí lo enviaron a Querétaro, a negociar con los propietarios de la tienda departamental La Ciudad de México, fundada en 1857. En la primera década del siglo XX, la empresa resintió las condiciones que antecedieron al estallido de la Revolución. Don Luis se estableció en la capital queretana, adquirió el negocio e hizo posible una nueva etapa en el comercio del Bajío.

Don Luis Proal contrajo nupcias con Esperanza Suzán Álvarez, en Santiago de Querétaro. De este matrimonio nacieron Alice, Ivonne, Esperanza, Marcela, Luis y Clemente, quien llegó al mundo el 13 de junio de 1917 en la casa paterna, pero siendo todavía un niño fue enviado a Barcelonette para estudiar; allí aprendió francés y el dialecto provenzal, llamado patois. Regresó a estos lares a los quince años, estudió en el Colegio Civil ubicado en la calle 16 de Septiembre, hoy campus histórico de la UAQ. Muy joven, aprendió los gajes del oficio mercantil bajo la dirección de su tío Clemente Proal Fortuol y también de su padre.

En 1942, Clemente Proal Suzán contrajo nupcias con la joven queretana María de los Ángeles de la Isla Pozo. Ella procedía de familias muy queridas, era sobrina de monseñor Ezequiel de la Isla, a quien muchos consideran un hombre santo.

De este matrimonio nacieron diez hijos: María de Los Ángeles, Araceli, Clemente, Susana, Ivonne, Arturo, Jacqueline, Arlette, Gerardo y Gabriela. Mi querido amigo Gerardo Proal, un extraordinario fotógrafo artístico, administrador de empresas y gestor de proyectos culturales, me ofreció estos datos biográficos de su padre. Todos los hermanos Proal de la Isla han sido hombres y mujeres de bien, han formado a sus hijos con inteligencia, de acuerdo con los valores de disciplina, constancia y tesón heredados de sus padres.

En 1946, en sociedad con su padre y su hermano Luis, don Clemente inauguró el nuevo inmueble de La Ciudad de México, un edificio de tres pisos en la esquina de Juárez y Madero, que en 1971 se redujo a uno solo y en 1992 cerró sus puertas al público, “poniendo fin a un periodo de 135 años de vida comercial”, en palabras de Gerardo Proal.

Si en las primeras décadas del siglo XX los habitantes de la capital mexicana hacían sus compras en El Puerto de Liverpool, estimulando su cerebro para imaginar un viaje a Inglaterra, de manera ilusoria los queretanos asistíamos a La Ciudad de México, es decir, a la capital de la nación, para adquirir telas, ropa fina, perfumes, artículos de plata y bienes suntuarios. Los niños de mi generación teníamos otro propósito en el corazón: queríamos subirnos a uno de los primeros elevadores que hubo en estas calles, la tecnología al servicio del comercio.

Como ciudadano activo, interesado en el bienestar de la comunidad, don Clemente fue fundador de los clubes de Leones y Rotario en la ciudad. Fue un gran aficionado práctico a la fotografía y radioaficionado, así como coleccionista de sellos postales desde su infancia, viajando en su imaginación por los lugares consignados en las imágenes de correos.

Participó en instituciones tales como Bomberos, Radio Aficionados y Club de los Viejitos. Dice su hijo Gerardo: “fue un hombre de pensamiento y análisis de los acontecimientos, pero que reconocía el valor del fortalecimiento espiritual, quien inculcó en su familia la importancia de los valores, así como el servicio a los demás como premisas para el crecimiento personal y la participación comunitaria.

Disfrutaba mucho charlar con sus hijos sobre diversos temas importantes de su tiempo y, junto con su esposa, sacar adelante su familia tanto en los tiempos buenos como en las adversidades que vivieron juntos. En una frase, definiría a Clemente Proal como una persona que supo vivir con plenitud para él y para los demás”.

Murió el 22 de abril de 1999, después de enfrentar por nueve años la enfermedad de Alzheimer.

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