Hace casi treinta y ocho años llegué a Querétaro y recorría avenida Constituyentes y luego avenida Tecnológico para irme a hacer cosas respectivas del centro de la ciudad. Llegué a vivir a Jardines de la Hacienda, cuya ubicación está en lo que se llamaba el inicio de las afueras de la ciudad, porque tomabas un pequeño tramo de la carretera libre a Celaya. A mí, desde luego, me daba risa que les pareciera lejos. Para empezar, yo venía de lo que llamábamos Distrito Federal, que en aquel tiempo era la onceaba ciudad más grande del mundo.
Estaba acostumbrada a los grandes tramos de tráfico, a más tiempo para trasladarse, a los embotellamientos y al mundanal ruido. Todo eso no me alteraba, más bien me acostumbre a leer libros mientras avanzábamos lentamente en el periférico, desarrolle habilidades para depilarme las cejas o maquillarme. También escuchaba programas de radio, Radio UNAM, Radio Educación o WFM.
Mis recorridos por avenida Tecnológico han sido con diferentes sensaciones. Al inicio de venirme a vivir aquí, era de satisfacción, sentía que era la avenida más similar a una ciudad metropolitana, ya había logrado salirme del bullicio y me sentía realizando un sueño: vivir en provincia. Observaba los edificios, había tres elevadores en toda la ciudad de Querétaro, uno en un edificio de este pequeño tramo de la avenida. Yo la recorría en mi Volks Wagen color naranja, que acababa de comprar por mi cuenta, pero que públicamente decía que era de mi hermano Gonzalo. Una manera de proteger mi patrimonio personal, ante un marido que bebía y perdía los coches.
Prestaba atención a la guardería del Seguro Social que apenas había sido reconocida como una de las mejores guarderías de la República Mexicana y yo traía un bebe de once meses. Pero ya no tenía Seguro Social porque acababa de renunciar en mi trabajo del D.F. Era común ver a mamás o papás cruzar la calle con sus chiquitos de diferentes edades. Se veía la prisa, se veía la juventud de esos papás que corrían para depositar en un lugar seguro a sus retoños, para luego irse a trabajar, se veía el amor entre padres e hijos.
También veía una agencia de turismo que lucía elegante, una tienda de ropa fina para niños y niñas, bautizos o eventos especiales. Había también una casa de bolsa, donde la gente invertía su dinero de manera que le diera más ganancias que en un banco.
Ese tramo entre Constituyentes y Zaragoza era mi probadita de gran ciudad, porque al pasar Zaragoza estaba la provincia, los señores en bicicleta, los carritos de tamales, las misceláneas con sus cartones de anuncios de galletas, refrescos, mayonesas, etc.
Estaba haciendo algo bueno para mi familia. Fidel iba a parar de beber, pues aquí nadie lo sonsacaría, mi bebé adorado estaría lejos de los temblores y yo me aguantaría de no trabajar para que mi hijo tuviera una mamá de tiempo completo.
Pasaron apenas cinco meses de mi primer trayecto por ese tramo cuando me vi haciendo algo inaudito. Tomé mi papel del Seguro Social y me estacioné frente a la guardería, solicité un lugar para mi Dany de un año tres meses. Pensé que quizá no me habían dado de baja en la ciudad y que encontraría ese lugar seguro para mi chiquito y lo logré.
Teniendo un lugar para él podría empezar a fabricar mi independencia del marido gruñón, ya no estaba bebiendo, pero se mostraba furioso conmigo. Me sentía agotada de discutir, de tolerar sus fantasías…ya no lo quería. Afortunadamente me dio un gran motivo para agarrar fuerza y me divorcié de él en diciembre.
Transité por tecnológico pensando que mi idea de familia no iba así, a veces me sentía triste, otras me sentían esperanzada y otras cansada, enojada.
Av. Tecnológico se convirtió en mi termómetro de estado de ánimo, lo transité como la chica joven divorciada que va por su hijo a la guardería. Unas veces iba contenta, otras pensativa, ¿sería que mi idea de familia era una utopía? Ya llevaba dos matrimonios, un hijo y no tenía, ni quería, pareja. Eso sí que estaba complicado.
Trabajé en el tecnológico de Monterrey donde no te dan seguro social, yo trabajaba como servidor profesional. Tuve a Dany en la guardería por tres años continuos, no estaba afiliada al seguro, sin embargo, nunca me dijeron nada. Yo suponía que la secretaria, que parecía la dueña, era mi ángel de la guarda, porque nunca sacó el papel de baja. Siempre fue sonriente y solidaria.
Recorrí esa avenida estando alegre y creyendo que la vida era preciosa. Ya tenía muchas amigas y una vida linda en provincia. Mi familia éramos Dany y yo.
Transité por tecnológico viendo un restauran nuevo en cuyo lugar me tomé un café con un joven de Puebla alto, guapo, un año más grande que yo. Quien dijo que nunca me iba a volver a casar, me veía muy exigente. Dejé de verlo como galán y le platiqué qué era lo que yo quería. Me escuchó de corazón y a las dos horas me propuso casarnos.
Mi avenida “termómetro” empezó una construcción grande.
Transite ese tramo entre Av. Constituyentes y Zaragoza llena de ilusiones casada, la esperanza volvió. Se esfumó el cansancio y el pensamiento pesimista. La nube gris que a veces aparecía en ese tramo ahora era brillante, blanca y me permitía creer en todo. Por ahí pasé embarazada, ya venía José Ángel y luego con dos hijos y otra panza de embarazo que lleno mi alma.
Por ahí transité para llevar a mi joven poblano a su papelería, que era la empresa que puso al casarnos.
Tecnológico se hizo de Bancos, aparte de que ahí ha estado Telmex, una empresa que fue sustancial para tener teléfono y comunicarse. Pero luego vendió el sistema de internet y eso fue fantástico.
Por ahí transité triste porque el hijo mayor tomó su independencia y mi familia se achico, o así lo sentía yo.
Hace treinta y tres años que recorro avenida Tecnológico, dándome cuenta de que la vida cambia mucho y que uno puede soñar en lo que quiere y puede jugar a que lo logrará, para ver qué necesita, que quiere y tener fe. Nada es estático.
Ahora recorro esa misma calle platicando con Valentina, mi única nieta. Y me doy más cuenta de la magia de la vida y del amor grandioso que esta en diferentes formas, en diferentes personas. Es maravilloso recorrer un tramo en el que analizas breve y rápidamente el cómo vas.
Ahora por tecnológico entras a grandes oficinas y por ahí se accede a un gran edificio de hospital y dos más de consultorios.
¿Mi vida es común y corriente? ¡No, para nada! Mi vida ha sido de mucho valor, de trabajo interno, de correcciones, llena de vivencias hermosas. Ahora tengo dos nueras lindas, tres hijos maravillosos que brillan por sus ideas y manera de ser. Tengo una pareja solidaria y cuidadosa en un hombre que amo de aquí hasta el infinito. Y un grupo de hermanos y sobrinos, además dos hermanas que me ven desde el cielo con una hermana inquieta activa y llena de vida.
Tengo además un grupo grande de amigas, amigos y pacientes. ¿O son amigos pacientes?, bueno a todos ellos los quiero porque hemos crecido juntos.