He acompañado a muchas personas en su proceso de sanar o de despedirse. Incluso alguna vez me pregunte si esa sería mi misión en la vida. Iba siendo tanto, lo que me tocaba presenciar, que una hermana me decía que quitara el consultorio y pusiera un lugar con dos puertas. En la del lado derecho diría: “me retiro satisfactoriamente,» en la del lado izquierdo diría: «me quedo en la vida». De ahí en adelante, según lo que eligieran, vendría el trabajo de acompañar.
De alguna manera, es lo que he venido haciendo desde que lo enfoque como una misión.
En uno nos ponemos a revisar que ha faltado, por qué hay fallas en tu salud o en tu ánimo que, hace que quieras quedarte, qué se te ha atorado, dónde hay algún problema o algo que esté quitándote el sueño o que constantemente lo traigas en el pensamiento. Empezamos a trabajar con cualquiera de los temas que surjan. Es como deshacer un nudo: se empieza viendo por dónde va la hebra, y al aflojar, mover sentimientos (o hilos) y consideraciones empieza a deshacerse el nudo. Algunas veces todavía hay que trabajar en que se recupere la confianza o la visión. Como si se tuviera que planchar todo para que fluya la vida.
Cuando se trata de despedirse bien de la vida, es trabajar con el miedo a morir. Nos confundimos con la muerte, a veces la vemos como el maleficio, o como el diablo. La muerte es parte de la vida. No hay que correr ni asustarse. Cuando se presenta es muy importante reconocer qué hemos hecho, de que estamos agradecidos, que nos falta por hacer, con qué se iría uno más tranquilo.
Reconocer que este puede ser el final, nos sirve para hacer un balance, manifestar nuestro amor y aprecio a los que amamos, arreglar esos pendientes que hemos dejado a medias o, estar completos y en paz con dejarlos así.
Cuando me toca a mí misma atender algo de mi salud, hago un esfuerzo por no perder el enfoque, de no asustarme. Me doy cuenta por donde pasan mis pacientes, qué sienten, como enfocan hoy lo que sucede. También pasó por el miedo y también me digo: «eso dicen los doctores, ahora falta lo que diga yo». A veces los médicos no ven las ganas de vivir y transformarse. Dan un diagnóstico, y creen que todos se irán por el mismo camino, no creen que la visión del paciente está presente y que su interior puede pedir otra cosa, ese interior es de lo más poderoso.
Yo recurro a pedir ayuda, que alguien más, pueda ver desde otra óptica, lo que yo no estoy considerando. Un profesional es bueno para sacudir los sustos, los fantasmas. Ahora hay un menú enorme de profesiones y profesionales que pueden apoyar en eso.
Recuperar la visión y misión es muy importante, porque es la razón de existir y en esa razón esta la fuerza.
Cuando se pierde el rumbo y nuestra salud lo manifiesta con síntomas no dudes en atenderlos a tiempo, no esperes, en cuanto a tu salud no hay nada que esperar. Pregúntate: ¿esto es para irme o para quedarme? Luego haz lo que te ordenen: estudios, análisis, medicinas. Así sabrás que has hecho esa parte. Lo que sigue es trabajar con lo emocional, con lo que te ha llevado a esto. Te aviso que verte tu mismo es muy difícil, porque te sienes mal o preocupado, por lo tanto, no tienes la habilidad de verte objetivamente.
¡Verás que todo es para bien!