La comunicación es intercambiar ideas, sentimientos e información, por escrito, de palabra, por señales, actitudes, etc.
Se puede describir como un proceso, verbal o no verbal, mediante el cual se comparte con otra persona, de tal forma que el otro comprende lo que uno expresa y responde. En el proceso de la comunicación están implicados el hablar, el escuchar, el comprender y el responder.
Hay buena comunicación, con muchas ventajas y hay mala comunicación con muchas desventajas. La buena comunicación fortalece, favorece y desarrolla a la familia. Por el contrario, la mala comunicación la debilita y la ausencia de comunicación la destruye.
En la Biblia encontramos una historia de la mala comunicación. Querían construir la famosa torre de Babel con malas intenciones. La rebelión de esos hombres contra Dios causó que el Señor decidiera hacer que hablaran diferentes idiomas entre ellos para que no se entendieran y, así, la torre de Babel quedó inconclusa, tuvo que ser abandonada y se dispersaron a causa de la mala comunicación. Eso puede pasar con una familia.
El problema principal en muchos hogares es la falta de una buena comunicación. A veces, la comunicación se limita a saludos, gruñidos, monosílabas, ordenes, reclamos y “gritos y sombrerazos”. Hay una urgente necesidad de revertir esto, pues sin buena comunicación es imposible construir un buen hogar.
Los medios de comunicación, la televisión, el cine, la radio, el internet, las computadoras, el celular, han propiciado una desintegración familiar, de tal manera que los miembros de la familia, aunque viven bajo un mismo techo, no tienen comunicación entre ellos. Una estadística en Los Estados Unidos muestra que sólo 26 minutos a la semana es el tiempo que se dedican como pareja para conversar. Otro estudio en los Estados Unidos indicó que los padres platican con sus hijos 4 minutos al día, en promedio. Esto hace que muchas familias experimenten problemas.
En la medida que se fortalezcan y se mejoren las comunicaciones y relaciones familiares y sean constantes esos momentos de convivencia familiar, se irán reduciendo más los riesgos para nuestros hijos y para el matrimonio.
Tu prioridad, papá, mamá, es tu familia. A cada miembro de la familia hay que darle el tiempo de calidad que merece, porque si tus hijos no hablan contigo ¿con quién lo harán? ¿Quién les está dedicando el tiempo suficiente, quién les está contestando sus dudas, quién les está dando información? Lo mismo sucede con el cónyuge. ¿Qué pasa si no habla contigo? ¿Con quién lo hará? Hay necesidades que tu cónyuge tiene, de comunicación, de expresar cómo se siente, qué le preocupa, cuáles son sus sueños y expectativas o si necesita hablar de un problema.
En estas pláticas usa palabras de paz, de amor, con control de las emociones y con respeto. También debes hablar para aclarar malentendidos, resolver conflictos, pedir perdón y perdonar. Tus palabras o le alegrarán la vida a tu cónyuge y a tu familia, o se la amargarán; la sanarán o la enfermarán; la motivarán o la desalentarán. Tú decides la clase de hogar que quieres. La Biblia dice: Panal de miel son las palabras amables: endulzan la vida y dan salud al cuerpo. (Prov 16:24)
Un consejo más para fomentar la comunicación familiar: respecto al celular, prohíbelo en la mesa para la familia, y en la cama para el matrimonio.
Separen un tiempo diario exclusivo, sin distracciones ni interrupciones, para platicar, primero como matrimonio y después como familia con los hijos. Aprendamos a comunicarnos mejor y a atender a nuestra familia como es correcto. Los resultados valen la pena.
Pastor Jorge Cupido
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EL SELLO
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