Cada día trae tentaciones a las que, a veces, cedemos. Tentación significa ponernos a prueba para hacer el mal y casi siempre es una atractiva invitación con una atractiva recompensa, ocultando, minimizando o tergiversando los efectos dañinos.
Ser tentado no es pecado, pero el ceder a la tentación si constituye pecado. El problema del pecado es que es destructivo: nos destruye a nosotros mismos, destruye a nuestra familia, nuestras finanzas, destruye la confianza, nuestra salud y nuestra vida espiritual, entre otras cosas. A final de cuentas, puede destruir nuestra vida eterna. Por eso es necesario evitarlo, venciendo la tentación.
Jesús debía enfrentarse con Satanás, para vencerlo y darnos a nosotros la oportunidad y el poder de hacer lo mismo. Veamos el ejemplo de Jesús y aprendamos a manejar la tentación.
Jesús, lleno del Espíritu Santo inició su ministerio sometiéndose a una prueba durísima de cuarenta días de soledad total y de ayuno, llevando al máximo lo que un ser humano puede aguantar sin comer. Y estaba débil y le dio hambre. En esas circunstancias se enfrentó a Satanás y a la tentación. Jesús quería enseñarnos que, sin importar las circunstancias en que nos encontremos, siempre podemos vencer la tentación.
La tentación frecuentemente viene después de un buen o de un mal momento en nuestra vida. Satanás elige el momento preciso para sus ataques, nos tienta cuando estamos vulnerables y elige tentarnos con aquello que puede ser nuestro “talón de Aquiles” (debilidad). Necesitamos estar en guardia en todo tiempo.
Al final de los cuarenta días sufrió la triple tentación.
LA PRIMERA TENTACION
—Si eres el Hijo de Dios —le propuso el diablo—, dile a esta piedra que se convierta en pan. (Luc 4:3, NVI)
Esta se refiere específicamente a las necesidades humanas. Aunque aquí se refiere al comer, en realidad se trata, por extensión, de toda necesidad del hombre. Satanás sugirió que el Señor emplease Su poder divino para dar satisfacción a Su necesidad física. Pero Jesús no lo haría jamás en obediencia a Satanás, Él recibiría satisfacción a su necesidad solo del Padre, como finalmente ocurrió.
LA SEGUNDA TENTACION
—Sobre estos reinos y todo su esplendor —le dijo—, te daré la autoridad, porque a mí me ha sido entregada, y puedo dársela a quien yo quiera. Así que, si me adoras, todo será tuyo. (Luc 4:6-7, NVI)
Esta apela a la avaricia, al deseo de poder y de cosas materiales. Jesús decididamente rechaza la forma en que el diablo se los ofrece. Jesús sabe que está aquí para reconquistar y, finalmente, ganar esos reinos, pero lo conseguirá de acuerdo con los términos del Padre, no del adversario.
LA TERCERA TENTACION
El diablo lo llevó luego a Jerusalén e hizo que se pusiera de pie en la parte más alta del templo, y le dijo: —Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate de aquí! Pues escrito está: “Ordenará que sus ángeles te cuiden. Te sostendrán en sus manos para que no tropieces con piedra alguna.” (Luc 4:9-11, NVI)
Esta tentación apela al orgullo. Satanás, que también se sabe la Biblia, la estaba usando para tentar a Jesús, es decir, para que hiciera lo que el diablo quería que hiciera, pero Satanás tergiversa las Escrituras.
LA RESPUESTA DE JESUS
Su respuesta fue de resistencia total a la tentación. Nos dejó un ejemplo que nosotros podemos seguir. ¿Cómo manejar la tentación? Como Jesús. Encontramos tres cosas que Él hizo:
- Estaba lleno del Espíritu Santo. Una persona llena del Espíritu está llena del poder de Dios y su mente no está pensando en pecados o en el ego.
- Estuvo orando. Cuando sientas que entras en tentación, inmediatamente comienza a orar y pide auxilio al Señor.
- Respondió siempre con la Palabra de Dios: “Escrito está”. La palabra de Dios es un arma poderosa para vencer a los espíritus demoníacos tentadores. Por eso, debemos conocerla, creerla y aprender a manejarla.
¿Y qué pasa si fallo? Arrepiéntete y confiesa tu pecado inmediatamente a Dios. No permanezcas en la derrota y vuelve a intentarlo.
Pastor Jorge Cupido
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