Las heridas recibidas sobre nuestro cuerpo, cuando son severas; nos dejan una marca, una cicatriz permanente, de por vida. Personas que han sufrido accidentes, han estado en una pelea, o han sido víctimas de violencia física, conservan en sus cuerpos, una marca que les recuerda un trágico momento de sus vidas.
Pero hay heridas que son invisibles a nuestros ojos físicos, pues no se trata de heridas del cuerpo, sino del alma, causadas por el abuso, el rechazo, el abandono, la traición, la humillación y muchas cosas negativas más. De alguna forma u otra, todos nosotros tenemos estas cicatrices del corazón, las cuales, la mayoría de las veces, pasan en forma inadvertida a los demás.
Sonreímos, saludamos, platicamos y tratamos con los demás en forma normal. Somos, a veces, a los ojos de los demás, personas contentas a las cuales la vida le sonríe. Pero bien sabemos que, al reflejarnos en el espejo de nuestros recuerdos, vemos allí, las heridas que nadie puede ver, sino solamente nosotros. No podemos borrarlas, ni ignorarlas, ni olvidarlas, están ahí.
Las heridas del alma tienen varias características:
- Duelen. Son heridas abiertas que al menor roce reviven el dolor.
- “Atan” de por vida al agresor y al agredido. Es como si la persona trajera atado con cadenas y cargando a su espalda el cadáver putrefacto de su agresor sin podérselo quitar nunca.
- Echan raíces de amargura que van penetrando hasta grandes profundidades y evitan que el individuo camine libremente. Son veneno puro.
- Se van a transmitir y afectar al entorno, conyugue, hijos, etc.
Las heridas del alma producen daños emocionales y síntomas para los cuales la única solución real, completa e integral es una solución espiritual. Dios las conoce y quiere y puede sanarlas. La Biblia dice:
Él sana a los de corazón quebrantado y les venda las heridas. (Salmos 147:3)
Jesús entiende de heridas. El recibió burlas, fue despreciado, agredido e insultado. Fue víctima de mentiras, conspiraciones, actos ilegales y violencia. Aquel que sufrió heridas ¿acaso no comprenderá las tuyas? Aquel Dios de amor que vino a buscarte ¿no estará dispuesto a sanarte, como dice su Palabra? Claro que si. No solo está dispuesto a sanar tu corazón herido sino también a salvarte del castigo eterno. De hecho, sus heridas fueron para eso.
Dios no sólo es el creador del hombre, sino que aún se hizo hombre y lo vivió en carne propia, por lo tanto, solamente Dios puede tener las instrucciones correctas acerca del buen funcionamiento y corrección de las deficiencias y problemas del hombre. Puedes recurrir a consejos y tratamientos de todo tipo que quizá logren quitar la telaraña por un tiempo, pero solo Dios puede matar a la araña. Solo en Él está el poder de la solución total y definitiva.
La obra de Dios en el hombre es una obra de sanidad y restauración COMPLETA. Incluye lo físico y lo espiritual, incluye esta vida y la eternidad.
Acércate hoy a Jesús, con toda confianza, y pídele tu sanidad y salvación.
Pero yo te restauraré y sanaré tus heridas, afirma el Señor, porque te han llamado la desechada, la pobre Sión, la que a nadie le importa. (Jeremías 30:17)
Pastor Jorge Cupido
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EL SELLO
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