Las cenizas de un muerto dan lugar a mitos, apegos, creencias y muchas veces a terribles confrontaciones entre las familias.
Hace muchos años, yo tenía la convicción que una o varias persona deseaban, por cariño, tener cerca las cenizas de un ser “Amado”, ahora he constatado que muchas de las veces, es por otros motivos.
Relataré uno de los casos vividos por amigos y otro experimentado por mi.
Recientemente, a causa del coronavirus, murió mi querido amigo Rodrigo. Tenía 16 años de casado con Mariana, para ambos era su segundo matrimonio y cada uno tenía tres hijos de su primer casamiento.
Las fuertes desavenencias entre los hijos de ambos, causaron que, después de muchas discusiones entre Rodrigo y Mariana por cada uno defender a los suyos y a pesar de su inmenso cariño, hace dos meses, el tomara la decisión de, temporalmente, irse a vivir a la casa de su hija mayor.
La distancia, solo los separó físicamente, pero el cariño provocaba que diariamente estuvieran en comunicación, tanto por mensajes, como por teléfono.
Durante una de sus conversaciones, Rodrigo le expuso a Mariana su firme deseo de poner la casa a nombre de ella Solo esperaría a que el notario volviera a abrir su oficina. Durante otra plática, le expresó su propósito de autorizar la firma de Mariana en su cuenta de cheques y tarjetas bancarias..
Al mes siguiente de la separación, invitado por sus hijos, Rodrigo acudió a una boda a la que asistieron más de doscientas personas.
Una semana después, Rodrigo comenzó a tener los síntomas del Covid. A pesar de que Mariana deseaba visitarlo en casa de su hija, él le pidió que no lo hiciera ya que se podría contagiar, además estaba seguro que ella no sería bien recibida por sus hijos.
Los hijos de Rodrigo, a la hora de tomar decisiones referentes al tratamiento médico que le darían a su padre, nunca pidieron la opinión de Mariana. Ellos decidieron cuándo y dónde internarlo. Después de dos semanas de tratamiento hospitalario, Rodrigo murió.
¡Mariana nunca volvió a ver a su marido!
Se enteró, por una nuera de Rodrigo, que para cremarlo, había que esperar 4 días, pues los crematorios estaban saturados.
A principio de la semana pasada, Mariana estando desbastada y bajo tratamiento a base de calmantes, con la intención de pedir las cenizas de su marido, decidió acudir, bajo cita, a la casa donde Rodrigo había vivido semanas atrás. Ese mismo día yo le había aconsejado que sólo solicitara un poco de las cenizas y la otra se la quedaran los hijos.
Su respuesta me sorprendió: “Voy a pedir todas las cenizas porque no pueden estar divididas o separadas, ya que deben estar juntas para el día en que, como dice la biblia, resucite”.
¡Lo que vivió fue mucho más violento que lo que ella pudo imaginar!
Solicitó que los hijos le devolvieran el teléfono celular de Rodrigo, le regresaran las llaves de su casa y el carro del cual ella posee la factura.
Fue insultada por los hijos, golpeada por uno de ellos que ilógicamente le gritaba que por culpa de ella había muerto su padre. El hijo mayor le dejó ver la posibilidad de entregarle una porción de las cenizas, pero a cambio de la factura del carro.
Salió de esa casa, golpeada, insultada y sin haber logrado uno solo de sus propósitos.
Quedó en una terrible situación económica y sin la posibilidad de que los hijos de Rodrigo le ayuden o cedan lo que le corresponde.
Uno de mis casos:
Hace varios años, una pareja de amigos muy queridos, sin entender que yo no estaba en busca de pareja, dispuestos a que yo tuviera un compañero, me presentaron a John, quien es un alto funcionario en el gobierno y vecino de ellos, que hacía pocos meses había quedado viudo.
Me citaron en un restaurante en San Angel. Llegué puntual al desayuno y a los pocos minutos arribaron mis amigos acompañados por John, quien cargaba una pequeña caja de metal que colocó con sumo cuidado en una de las sillas.
Después de dos horas de amena plática y sintiéndose en confianza, John me comentó: “Te voy a explicar qué contiene y cómo procedo con esta caja que siempre llevo conmigo”.
Resulta que contenía las cenizas de su esposa muerta. Si el viajaba, tenía que ir junto a él la cajita. Si se bañaba, la dejaba en el lavabo, si dormía, la ponía junto a él sobre una almohada, en las juntas de trabajo, también lo acompañaba.
A los diez minutos de oír su increíble relato, fingí un malestar estomacal, me despedí sin darle a John mi número telefónico que pedía, abandoné el restaurante y me senté en mi carro sin saber si llorar o reír.
Si yo comenzaba una relación con John … ¡Me sería infiel con las cenizas de una mujer muerta!
g.virginiasm@yahoo.com