Breve historia del jardín Zenea – Teresita Balderas y Rico

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En pueblos y ciudades existen edificios, templos y jardines que nos atrapan por su belleza arquitectónica, y por lo bien cuidados que están.  Algunos tienen una placa con datos de su origen, pero ignoramos gran parte de su historia. En la ciudad de Querétaro tenemos una gran riqueza histórica. El jardín Zenea es parte de esa riqueza.

Este jardín está ubicado en el Centro Histórico. Su forma es rectangular. Lo circundan las calles: Madero, al sur; 16 de Septiembre, al norte; Corregidora, al oriente y Juárez, al poniente.

Cada parque tiene su historia, la del Zenea es muy interesante. Ha sido escenario de múltiples acontecimientos sociales, culturales, políticos y religiosos, en diversas etapas. 

La superficie que ocupa formó parte del atrio del templo de San Francisco en el siglo XVIII. En sus primeros años, se le conoció como “Plaza de Recreo” o “Plaza de Abajo”.

En 1874, el gobernador del estado de Querétaro, Benito Santos Zenea, hizo los trazos y le dio la forma que todavía conserva. Se cuenta que le tomó mucho cariño al parque, lo cual demostró cuando tomó pico y pala para plantar algunos árboles.  También se dice que convenció a sus hermanas para que le ayudaran en la faena.  

La superficie original del jardín era mayor. En la época del gobierno de Julio M. Cervantes, fue dividido en tercios: la parte sur fue para el mercado Escobedo, donde actualmente está la plaza Constitución; la superficie central la vendió a un empresario español para construir el Gran Hotel, que fue uno de los mejores y famosos en la primera mitad del siglo XX.

Al jardín Zenea le correspondió el lado norte, una tercera parte de la superficie original. 

A principios del siglo XX, en este parque sucedió algo curioso respecto a la colocación del kiosco. No ocupa la parte central como sucede en la mayoría de los jardines o plazas principales. La razón se refiere a su estilo afrancesado, que estuvo muy de moda en el gobierno de Porfirio Díaz. 

En plena efervescencia revolucionaria, todo lo que se relacionara con Porfirio Díaz era vetado. Este es el motivo por el cual se encuentra ubicado en la parte noroeste del jardín. Después de la Revolución Mexicana, al parque se le nombró jardín Obregón, en honor al revolucionario Álvaro Obregón. 

Fue en la postrimería del siglo XX, cuando el parque recuperó el nombre de jardín Zenea. Así, se hizo justicia a quien donó el terreno, le dio forma e incluso plantó algunos árboles.

La primera fuente que adornó la parte central del jardín en el siglo XIX, tenía la escultura de Neptuno. En 1862, cuando la ciudad de Querétaro estuvo sitiada, fue fundida para fabricar cañones.

El parque no podía quedar sin una fuente que distinguiera al centro de la ciudad. Fue el ciudadano queretano don Carlos Noria Rubio quien, en 1871, fundió en su fábrica la estatua de la diosa Hebe, hija de Zeus y de Hera, quien de acuerdo con la mitología griega representa a la juventud. Esta hermosa fuente está en el centro del jardín, prodiga su esplendor a los paseantes desde hace 152 años.

En la actualidad, el Zenea está distribuido en siete grandes prados, en ellos se encuentran árboles plantados en el siglo XIX, otros en el XX y los más jóvenes, en este siglo XXI. En todos los prados domina el color verde en diversas tonalidades.

Con timidez se asoma la flor de lavanda. Las rosas, margaritas, alcatraces, pensamientos, crisantemos, azucenas y malvas, desaparecieron. Pequeños arbustos y otro tipo de vegetación, crecen de acuerdo con su naturaleza. Algunos prados se observan descuidados, semeja el jardín de alguien que salió a unas largas vacaciones.

¡Urge trabajo de jardinería! En años anteriores, de tres a cuatro personas trabajaban diariamente arreglando el jardín, Por ahora sólo se ven cuando cambian los ornatos por algún acontecimiento especial. 

En las décadas de 1950, 1960 y 1970, este parque era punto de reunión de familias queretanas en sus diferentes estratos sociales. En esos años, los domingos y ciertos días festivos, grupos musicales daban serenatas en el kiosco. Se acostumbraba que las amigas se tomaran del brazo, haciendo una especie de cadena, así empezaban las vueltas en el jardín. Los jóvenes hacían lo mismo, solo que en sentido contrario. Este jueguito permitía encontrarse frente a frente, dando lugar a un ligero coqueteo. Si alguna de las chicas era cortejada, y ella quedaba complacida, cambiaba de lugar, quedando al extremo de la cadena. Así, al volverse a encontrar con el candidato a pretendiente,  se saludaban y a veces se concretaba una cita.

Las modernidades nos han alcanzado, los tiempos cambian. Cuando llegó a Querétaro el concepto de plaza comercial, los jardines del centro de la ciudad dejaron de ser frecuentados. Fue el Zenea, el más solitario. A partir del presente siglo, ha recuperado su vitalidad con la realización de eventos musicales, danza y teatro. 

Recuerdo al maestro Aurelio Olvera Montaño, “Yeyo”, siempre sonriente, dirigiendo la Banda de Música del Estado, en diversos eventos cívicos, y culturales. 

El jardín volvió a ser visitado por gente de diferentes edades: jóvenes enamorados, gente desempleada, estudiantes con su computadora terminando algún proyecto, matrimonios con las carriolas de sus bebés y personas de la tercera edad leyendo o solo observando el panorama. El jardín Zenea, como el ave Fénix, surge de nuevo a la vida. Nos cuenta su historia, suaviza nuestro presente, pensando al futuro. 

¡Sólo espero que pronto regresen las flores a este histórico jardín!