La casa es el primer ambiente donde experimentamos la grandiosa sensación de ayudar a los demás. Cada día se nos presentan diversas oportunidades para servir y amar a los que nos rodean, y cuando cada integrante asume la misma función de ayudar al otro, se logra el engranaje perfecto para avanzar y funcionar juntos, cuando salimos de nuestro individualismo para pasar a la colectividad se logra como por arte de magia el bien común. De la misma manera pasa en la sociedad, la vida nos ha dado a cada uno diferentes herramientas, todos somos diferentes, únicos e irrepetibles, pero hay algo que tenemos en común todas las personas…el Don del Amor. Ese amor que nos mueve a amarnos a nosotros mismos y a amar a los demás; ese amor que nos lleva a ayudar desinteresadamente al que lo necesita, ese amor que nos impulsa a servir al que tengo al lado, ese amor que me motiva a salir adelante pese a cualquier dificultad, ese amor que me llena de gratitud cuando alguien me tiende la mano, ese amor que me ilumina para educar a mis hijos, ese amor que me vuelve tolerante ante las diferencias ajenas, ese amor que me fortalece en mente, cuerpo y espíritu, ese amor que me da valentía ante las adversidades, ese amor que me obliga a respetar al otro, ese amor que me renueva cada día y me lleva de la mano a encontrar la felicidad.
Aprovechemos y enseñemos a nuestros hijos a usar el más grande regalo que la vida nos da, la capacidad de AMAR a todos y todo lo que nos rodea.