Desde pequeños tenemos necesidades que nuestros padres o las personas que nos cuidan van cubriendo, y nos van dando lo que necesitamos como el alimento, abrigo, y cariño; nosotros lo vamos recibiendo de forma automática sin hacer conciencia de esto. Respondemos a ese recibir, con sonrisas y agradecimientos como nuestra edad nos lo va permitiendo. Pero crecemos y se vuelve una costumbre recibir de los que nos rodean, todo aquello que pueden darnos, sean cosas tangibles, es decir todo aquello que podemos tocar, ver, oler como alimentos, ropa, juguetes, objetos y cosas materiales, o también actitudes que podemos sentir. Todo lo recibimos… pero pongámonos a pensar, ¿qué y cuánto damos?
Hay personas que solo saben recibir pero no saben dar, y hay muchos motivos en la vida para tener detalles con los que están presentes, a los que queremos, a todas aquellas personas que están a nuestro alrededor en cualquier situación.
DAR: es una manifestación de afecto en la que dejamos de ser dueño de algo para que el otro lo haga propio. Lo más común es dar en fechas específicas como cumpleaños, días especiales, Navidad, etc.
RECIBIR: Es aceptar, admitir o aprobar algo que otra persona decide obsequiarme, desde cosas muy valiosas como una sonrisa, un abrazo o un beso, hasta las más costosas (materialmente hablando) como regalos, joyas, etc..
Con respecto a la acción de DAR, hay muchas personas que NO tienen el hábito o la buena costumbre de ser desprendidas de lo que tienen, o de ser detallistas con las personas que tienen cerca, pero que por el contrario les encanta recibir. No son empáticas y viven sin darse cuenta que también es importante brindarle a los demás esa sensación de bienestar que todos sentimos cuando recibimos algo de alguien. Dar conlleva quitar de nuestras acciones el egoísmo, dejar creer que todo es solo para nosotros, y que también hay otras personas que necesitan, merecen o pueden tener ciertas cosas.
Por otro lado también vemos personas que no saben RECIBIR lo que los demás tiene para ellos, personas que se pasan de prudentes, o que no se creen capaces o dignos de aceptar lo que otros quieren ofrecerle.
Busquemos en la vida un equilibro entre dar y recibir, enseñemos a nuestros hijos a aceptar lo que la vida y los demás tiene para ellos, pero también a dar sin esperar recibir nada a cambio. Parece contradictorio, pero no lo es, las situaciones en las que damos y en las que recibimos se dan en diferente momento, es por eso que cuando donamos algo a alguien no necesariamente tiene que regresarnos algo de vuelta.
Enseñemos a nuestros hijos a expresar su amor, su amistad y su interés poniendo al alcance de los demás lo que necesitan o quieren; y también a recibir con humildad y un gran sentido de gratitud a los que con sus buenas intenciones les regalan algo, que simboliza cariño hacia ellos.