El COVID-19 se ha expandido por todo el mundo provocando miles de hospitalizaciones y fallecimientos. El confinamiento y otras medidas drásticas se han relajado en algunos países, pero el virus que provoca esta enfermedad sigue estando entre nosotros por lo que es necesario adoptar precauciones para minimizar el riesgo de contagio.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) explica que una persona puede contraer la COVID-19 si entra en contacto con otra que esté infectada por el virus. “La enfermedad se propaga principalmente a través de las gotículas que salen despedidas de la nariz o la boca de una persona infectada cuando tose, estornuda o habla. Si otra persona inhala esas gotículas, puede contraer la enfermedad”, detalla.
Pero este verano el uso de la mascarilla, tan necesario para frenar la expansión de la enfermedad, también va a suponer una barrera a la manera tradicional de flirtear o coquetear.
Por ejemplo, cruzar la mirada con alguien, ruborizarse y sonreír va quedar solamente en lo primero. O quizás no, pero la mirada será lo único que podrá detectar la otra persona. Además, la mascarilla oculta las microexpresiones faciales. Paul Ekman, psicólogo estadounidense pionero en el estudio de las emociones y su expresión facial, explica que estas microexpresiones ocurren en todos los individuos, a veces, incluso, sin que la propia persona se dé cuenta.
Ekman subraya que, al contrario que la comunicación verbal o los gestos, “las expresiones faciales constituyen un sistema universal de señales que reflejan momento a momento las fluctuaciones en el estado emocional de una persona”.
De hecho, el psicólogo americano recalca que la cara es la mejor ventana a las vidas emocionales de los demás. “Sin importar la cultura, el idioma o el bagaje personal, todos compartimos esta forma de comunicación no verbal”, destaca.
Elena Daprá Castro, psicóloga clínica y experta en gestión emocional, afirma que durante el coqueteo o flirteo con mascarilla “la expresión emocional facial se verá limitada y todo se concentrará en la mirada y en el resto del cuerpo”.
La especialista expresa que el contacto visual será muy intenso y las parejas se convertirán en especialistas para deducir si el otro está a gusto o simplemente no hay “feeling”.
La psicóloga señala que la comunicación no verbal “jugará más que nunca un papel crucial para determinar el juego amoroso. Los movimientos de cabeza, hombros y manos acompañarán a esa mirada intensa para así cerrar la estrategia llamada amor de verano”.
Daprá manifiesta que la búsqueda de contacto físico, un comportamiento típico cuando se flirtea, se verá afectado o simplemente pospuesto hasta que haya mayor seguridad. El temor al contagio de la COVID-19 está presente “y solo los más atrevidos buscarán una relación sexual”, comenta.
La especialista recalca que, en nuestra cultura, son importantes los besos y los abrazos “pero deberán esperar si somos responsables, sobre todo si se trata de encuentros esporádicos”.
Así, indica que las relaciones de este tipo “sufrirán una merma en parte de la población, aunque seguirán existiendo los más osados que optarán por no acordarse del virus”.
Por último, Daprá manifiesta que esta nueva forma de relación también pone de relieve las diferentes herramientas digitales para continuar la complicidad y la atracción entre dos personas que no se pueden tocar. INFORMACIÓN DE PURIFICACIÓN LEÓN