jueves, marzo 28, 2024

A veces – Sandra Fernández

A veces no deseo abrir los ojos, la luz me lastima, la oscuridad me reconforta, es como un grito que se ahoga por dentro que nadie escucha pero que sigue ahí como una nota infinita, como la fugacidad de un deseo que no puedo prolongar. 

A veces, abro mis ojos antes de que amanezca, la luz me reconforta y me alivia, me libera de las tinieblas. Disipa los temores y me impulsa a vivir, a crear, a sentir. Es como una chispa que me enciende. La vida espera por mí y yo voy tras de ella, la sigo; me sumerjo en ella.

A veces, sigo la pulsión de la muerte, del dolor, de querer echar todo por la borda. Quiero destruir, romper. Me rebelo, espero a los demonios que me acechan en la oscuridad, los invito a pasar, converso con ellos. No temo morir, solo me dejo llevar.

A veces, sigo la pulsión de la vida, del amor que me reconforta, que me hace vibrar, creo en la bondad. Abro puertas y ventanas, dejo entrar la luz. Deseo vivir intensamente cada instante. Quiero fragmentarlo y retenerlo como un tesoro. Como si todos los amores merecieran ser vividos, como si todos los caminos debieran ser recorridos.

A veces, me engrandezco ante mi imagen. La imagen distorsionada de mí, que no es más que una ilusión, una fachada. Un deseo incumplido, soberbio y magnánimo.

A veces, me descubro que tan pequeña puedo ser al mirar un pájaro hacer su nido, llevando paciente una ramita tras de otra, preservando la vida, ese frágil eslabón del proceso evolutivo. Reconozco en ese acto una sabiduría que me supera.

A veces, pierdo la batalla antes de que empiece el juego, me convenzo qué mi pérdida será absoluta. Mis debilidades afloran, cedo ante ellas, no las cuestiono ni interrogo, solo las vivo.

A veces, sé que ganaré la partida, acepto los desafíos, la victoria será mía, lo sé.

A veces, deseo escapar de quien soy, como si mi piel me quemara. Como si quererme, doliera.

A veces, me siento bien conmigo misma. Me embriaga mi propia fragancia, me electriza. Deseo más de mí.

A veces, soy una niña. Una criatura que necesita ver, probar, crecer. Sé que la vida apenas comienza. 

A veces, mi vejes me entristece, he vivido mucho, he visto mucho; he caminado lo suficiente. El silencio me embarga, el tiempo se agota, no hay más que decir. Todo se ha dicho. Las palabras se me escapan como gaviotas en busca de otro cielo, de otro horizonte, más azul y profundo.

A veces, apenas puedo caminar, mis piernas no me responden, se niegan a dar un paso. No me puedo ni mover. 

A veces, dejo que aire me golpeé el rostro, no me resisto, corro; ansío por encontrar nuevos caminos; por probar mis fuerzas.  Me desplazo en búsqueda de aquel imperio de felicidad que me he prometido; sigo corriendo, sé que en algún lugar lo encontraré.

A veces, siento que camino sobre una cuerda floja. Un paso en falso y sé puedo caer al abismo. No miró hacia abajo porque el vértigo no puedo soportarlo. No quiero caer, cierro los ojos y entonces un piso firme se abre ante mí, la claridad emerge entre ese mar de contradicciones.  Quizá idealizo demasiado la felicidad y en ese sueño me entrego al dolor, quizá, para poder soportar la frustración de vivir, así con sus claroscuros, sus matices y sus colores.

Entonces, escojo irremediablemente pensar en mí.

A veces…

Por: Sandra Fernández

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