Los padres, al igual que los hijos, necesitan ayuda, mucha ayuda. Necesitan la ayuda de aquel que es perfecto, que sí entiende nuestra necesidad y que nos ayuda, Dios mismo.
Ser padre es una tarea complicada. Nuestros hijos están creciendo para tener sus propias vidas y el estilo de esas vidas depende en mucho de nosotros, de la formación que les demos.
Nuestra tarea de padres se complica más por el mundo en que vivimos con sus crecientes expectativas, sus problemas económicos, sus presiones de vida, su competencia en todo y sus valores cambiantes. Por si fuera poco, todo lo anterior, sumémosle que nadie nos prepara para ser padres. Tenemos que hacerlo de forma intuitiva, a veces con buenos resultados y otras con resultados desastrosos.
Sin embargo, si hay cosas que se pueden aprender para mejorar nuestro desempeño como padres. Estas direcciones están contenidas en la Biblia, el libro del “inventor” de los hijos y el único que sabe con absoluta precisión como ser buenos padres para tener buenos hijos.
Para aprender estos principios y ponerlos en práctica, se requiere de una gran motivación. La mayor motivación debe ser el amor por nuestros hijos y el deseo de verlos convertidos en personas de bien. Al respecto, hay tres verdades que nos deben quedar bien claras:
Ser padre es algo muy importante. Ambos padres son importantes. Cuando uno de los 2 falta (aunque viva en casa) el niño tiene una formación incompleta que estadísticamente le da una mayor tendencia a la pobreza, a abandonar estudios, divorciarse, ser alcohólico, ser adicto a las drogas y un largo etcétera. Los niños los necesitan a ambos funcionando activamente en el hogar.
Ser un buen padre o madre es una habilidad que se aprende. Aprendemos a ser padres de dos maneras, primero, siguiendo modelos y, segundo, aprendiendo principios establecidos y comprobados de cómo ser buenos padres. Cualquiera puede tener un hijo, pero no cualquiera puede ser un buen padre. Se necesita adquirir la habilidad de serlo.
Ser un buen padre tiene grandes recompensas. Si bien ser buenos padres conlleva una tremenda responsabilidad y exige una gran preparación, también es cierto que proporciona recompensas significativas.
La buena noticia es que, por la gracia de Dios, los padres tienen disponibles ambas cosas: el modelo de Dios y sus instrucciones en la Biblia. Aunque no seremos padres perfectos, podemos, día por día, aprender viendo el ejemplo divino, conociendo sus instrucciones y poniéndolas en práctica.
Los padres no tardan en darse cuenta de que trabajar con niños requiere mucha paciencia y perseverancia, pero toda la ayuda de Dios necesaria está disponible. Posiblemente tenemos hábitos y maneras de pensar equivocados que necesitan ser cambiados, pero Dios puede ayudarnos a hacerlo mientras cumplimos con nuestra parte y dependemos de Él.
Los padres tienen un rol vital en el hogar y en la sociedad como ejemplo de amor, guía espiritual y sabiduría. Su influencia perdura a través de las generaciones, moldeando la vida de sus hijos y reflejando los valores divinos en su labor diaria.
Los hijos son una herencia de Dios. Él nos regala nuestros preciosos hijos, pero lo hace con un propósito definido:
Que los instruyamos para que sean personas de bien, que amen a Dios y vivan bajo sus valores.
La Biblia dice: “Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud.” (Sal 127:4). El guerrero dispara sus flechas guiándolas hacia un objetivo definido. Lo mismo dice la Biblia de los hijos, es responsabilidad de los padres guiarlos hacia un destino definido. ¿Hacia dónde vas a disparar a tus hijos?
No se trata de preferencias culturales sino de principios dados por Dios. Cuando llevamos a cabo los lineamientos divinos, el hogar se fortalece pues es edificado en orden y paz.
Pastor Jorge Cupido
@jorgecupidoqro
EL SELLO
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