Cada vez que leo u observo un fenómeno que emerge de la naturaleza, o que es creado por el pensamiento humano, reflexiono y me pregunto: ¿quiénes somos?
¿Por qué? a nosotros se nos dio el privilegio de poblar este planeta tan hermoso, de cuya historia poco sabemos, y abusamos de su benevolencia. La naturaleza nos ha mandado avisos de formas diferentes y en distintas etapas, desde que el hombre apareció sobre él.
La Tierra es un planeta vivo, su centro es incandescente, tenemos conocimiento de las explosiones volcánicas que han arrasado pueblos enteros. Los tsunamis y huracanes, que a su paso dejan destrucción y muerte, son expresiones de un planeta en movimiento. Son un lenguaje de la naturaleza.
Existen problemas que hemos ocasionado los humanos y no hacemos lo conducente para remediarlos. La sobre explotación de los recursos naturales es la principal causa del cambio climático. La madre Tierra reclama los excesos del humano, empleando su propio lenguaje: deshielo en los polos, grandes sequías, o excesos de lluvia, incendios forestales.
¿Por qué los seres humanos en su mayoría, no dimensionamos el enorme privilegio de haber sido seleccionados para ocupar un tiempo y espacio en este planeta Tierra?
Son tantas preguntas y tan pocas respuestas, para dilucidar la extraordinaria aparición y complejas reacciones del ser humano ante determinados acontecimientos. Carezco de la información científica fidedigna o de la narrativa oral de nuestros ancestros, para dar respuesta a las interrogantes.
Los habitantes de este planeta tenemos en nuestro ser una forma especial de actuar ante circunstancias determinadas. Nuestro carácter, personalidad y formación educativa, inciden en nuestras respuestas. A veces, la parte oscura emerge a través de la ira, el odio, la venganza. La parte luminosa del ser es la que responde con razonamiento, comprensión, y empatía, emociones positivas y amor por la vida.
Estamos viviendo el final de una era y el principio de otra. Desafortunadamente, la parte oscura, permea las acciones en el mundo.
Lo extraordinario es que la densa oscuridad se puede revertir, mediante la educación familiar, rescatando los valores de convivencia universal, que son elementales para una sana convivencia familiar y social.
Hay mentes brillantes en todas las edades: niños, jóvenes, adultos y gente mayor. Con grandes ideas y acciones asertivas: bondad, empatía hacia la naturaleza, y a sus congéneres. La energía limpia de estos seres, incidirá en la construcción de la nueva era, con elementos coadyuvantes en una convivencia de amor, respeto y renovada esperanza.
El pensamiento racional y emocional, construye las respuestas idóneas para la solución de una problemática dada. Hagamos que nuestras acciones tiendan hacia el bien común. Entre más espacio abarquen la empatía y la bondad, la armonía permeará en hogares.
Existen seres maravillosos en todos los estratos sociales, espíritus bondadosos siempre dispuestos para apoyar a otros.
Nuestro amado México sufre de inseguridad, atraso educativo y crimen, que ha extendido su poder. Tienen a muchos padres llorando la ausencia de sus amados hijos, no hay justicia para ellos. No permitamos que el odio, resentimiento, venganza, dominen nuestros sentimientos. No dejemos que nos manipulen, no permitamos que nos dividan. La energía que emana de los buenos sentimientos, nos ayudará a fortalecernos.
Los niños nos dan claros ejemplos de lo que significa la empatía hacia los otros. En un programa matutino, tuve la fortuna de observar un video de unos niños entre siete y ocho años, jugando futbol de salón, invitaron a jugar a su compañerito que tiene problemas físicos, que le provocan dificultad para desplazarse. Se mueve apoyándose en una andadera.
Le dieron oportunidad de tirar a gol. El chico, emocionado, no lo podía creer, los amiguitos lo animaron. Acomodó su andadera, se apoyó en ella, movió primero su pie, para ejercitarlo. Cuando se sintió seguro, enfocó la vista en la portería, movió su andadera, tomó fuerza e hizo el tiro. ¡Fue un grandioso gol!
Las muestras de empatía y alegría se suscitaron de inmediato. Todo el equipo gritaba, saltaba de gusto, corrieron a felicitar a su héroe, que había anotado el gol.
Los sentimientos más puros y hermosos emergieron del espíritu sano de cada niño, dando muestra de amor y solidaridad. Las personas a cargo del programa no pudieron dar su opinión, estaban tan conmovidos por las actitudes de los niños, que no pudieron articular palabra. Yo, me conmoví hasta las lágrimas.
Actitudes similares vemos en las escuelas, centros de trabajo, con las personas que tienen un pequeño negocio en los mercados o en una tienda de la colonia donde vivimos. El trato amable, la sonrisa sincera, nos permiten iniciar nuestro día a día con optimismo.
Es un privilegio ser habitantes de este hermoso planeta azul. Hagamos lo que nos corresponde para ser dignos de vivir en él. Empecemos por proteger a nuestra familia, cuidar y respetar a la naturaleza, honremos al pueblo donde vivimos, amemos a nuestro país. Tratemos de reconstruir el estado de bienestar imperante en la época en que había más respeto, honestidad, compromiso. Estamos en deuda con los niños y jóvenes. ¡Merecen ser felices, tener una vida sin tantos sobresaltos!