Todos somos diferentes, y eso es lo que nos hace ser únicos y nos da esa identidad como persona; al ser diferentes tenemos cualidades y defectos distintos. En la vida diaria, en las conversaciones con familiares, amigos, vecinos es muy fácil hablar de los demás y se nos hace normal hacerlo, como fácil es hablar de los defectos y no de las virtudes. Hay que romper esa cadena que nos hace ver las vidas ajenas y no la propia, hablar de cosas que no nos corresponden, de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, de querer tener el control de lo que los demás hacen. Cuando por circunstancias de la vida nos encontramos rodeados de gente que habla asegurando cosas de las que no tiene certeza, y que da por hecho las cosas desde su punto de vista y perspectiva, es muy factible que nuestra perspectiva a cerca de eso o de la persona, sea similar. Cuando alguien te dice algo de alguien es importante tener criterio que te haga tener un punto de vista propio de la situación, de lo contrario, darás por hecho que lo que te cuentan es cierto. El habla, es un superpoder del ser humano que puede destruir o construir, lo importante es elegir y decidir cómo queremos usarlo.
Si yo te enseño una hoja blanca de papel y en el centro o en cualquier lugar hay un punto negro, y te pregunto ¿qué ves?, ¿cuál sería tu respuesta?…. hay muchas posibles respuestas, a lo mejor me dirías un punto negro, a lo mejor una hoja con un punto negro, pero… ¿quién enfatiza el bello color blanco de la hoja, la limpieza del papel, la forma rectangular o cuadrada de la hoja?, etc. Hay muchas perspectivas de una misma cosa. Con las personas pasa lo mismo, todo depende del cristal con que se mire la vida. Las personas que hablan mal de los demás, al final están hablando mal de sí mismos. Dejemos de ver el punto negro, defectos o errores de los demás, y empecemos a ver las virtudes, los aciertos, las cualidades, y cuando platiquemos acerca de la persona tomemos en cuenta lo bueno, lo constructivo. Empecemos por nosotros, en nuestras familias, con el ejemplo, y utilicemos el don de la palabra con sabiduría, prudencia y bondad hacia los demás.