Para el ser humano es muy importante el contacto físico pues logra así vincularse con sus padres. Ese primer beso y primer abrazo en el que por instinto despierta sus sentidos a la vida…el olfato será el primero para reconocer a quien le da la vida.
Cuando nacen nuestros pequeños estamos con la emoción de conocerlos y tenemos esa necesidad de abrazarlos lo más pronto posible, y para ellos también es una necesidad que los abracemos. Pasa el tiempo y la independencia se hace presente con nuestros queridos hijos, el contacto físico va disminuyendo, pero la necesidad no, por lo que creo que es importante siempre a cualquier edad nos tomemos tiempo de apapacho con nuestros hijos, abrazarnos y darnos muestras de cariño, besos y palabras dulces. Esto fortalecerá nuestros lazos de amor con ellos, además de darles seguridad al sentirse aceptados y queridos. Si desde pequeños fomentamos esto, de grandes estarán acostumbrados y serán personas que sepan demostrar su cariño a otras personas de la misma manera.
¿Cuántas veces nos hemos topado con personas que son de poco acercamiento y poco tolerantes al contacto con las demás personas?, personas frías que no dejan fluir sus emociones y sentimientos.
En todos los seres vivos vemos esa necesidad desde el primer momento de vida, todas las madres acarician a sus bebés de diferentes maneras. Disfrutemos con nuestros hijos ese primer momento donde su mirada se cruza con la nuestra, pero también con el paso del tiempo cuando sus brazos se cruzan con los nuestros. ¡No dejemos de abrazar y besar a nuestros hijos nunca!
En la educación de los hijos las emociones están presentes todo el tiempo, surgen en situaciones en las que nos encontramos y determinan si actuamos de una u otra forma y juegan un papel también muy importante. Por un lado están las emociones de nuestros hijos , las cuales debemos respetar y dejar sentir en ellos. Pero por otro lado están las nuestras como padres, esas emociones que nos hacen ejercer nuestra autoridad como jefes de familia y que a veces lejos de facilitar, entorpecen nuestras relaciones con nuestros hijos. ¿Qué pasa cuando un hijo desobedece o hace algo que no esperábamos y que nos molesta? Pueden pasar dos cosas, la primera es enojarnos y dejarnos llevar por impulso hasta regañar, castigar o insultar. La segunda es controlarnos, respirar y platicar lo sucedido. Enojarse no está mal, lo que no es correcto es la manera en la que nos dejamos llevar por ese enojo, y hacer cosas de las que después podemos arrepentirnos. Recuerdo algo que escuché en alguna conferencia haciendo referencia a la manera en la que actuamos con nuestros hijos: «cierra los ojos y piensa que el corazón de tus hijos es como una hoja de papel, cada vez que te enojas esa hoja se va doblando, o arrugando, cada enojo va haciendo que esa hoja sea diferente; por otro lado cuando das una alegría a tus hijos, esa hoja se estira, se desdobla o se desarruga. ¿Puedes ver ese corazón como una hoja de papel? nunca más volverá a ser la misma, aunque tu enojo se haya ido y en ocasiones pidas perdón a tu hijo por tu comportamiento, o te arrepientas por el regaño, castigo o insulto, esa hoja quedará marcada para siempre…aunque la planches las marquitas de las arrugas o dobleces estarán por siempre ahí…» Nunca se me va a olvidar, esto trato de recordarlo día a día en mi convivencia con mis hijos, pero también con mi esposo, con mis familiares, amigos y compañeros, aplica para toda la gente que está cerca de nosotros. Tratemos de dejar huella en el corazón de nuestros hijos, pero huella de amor, huella de alegría, huella de aceptación y de respeto, para que ellos a su vez sepan dejar plasmado su sello en cada persona que traten en su vida.
ESTO….

O MEJOR ESTO… TÚ DECIDES
