Ojalá el arte tuviera un desarrollo como la ciencia y la tecnología, ya que el arte mismo no nos ofrece una línea de un supuesto progreso. Tan valiosa es la pincelada de Kandinsky como los grabados en los bisontes en Altamira hace trece mil de años, solo queda lo que llamamos proceso o tradición.
Para el pintor contemporáneo, la tradición es algo que vincula al trabajo o más bien al oficio del pintor, porque en realidad ¿quién es pintor? O ¿quién es artista? O es acaso que ese oficio definiría a aquellos que, con una personalidad dualizada, son capaces de tener diferentes prioridades en sus procesos.
Para un pintor serán importantes: proceso, identificación de su paleta, elaboración de sus colores, la perspectiva, composición, espacio, color, valor, forma, peso, estética, referencia y concepto.
Para un artista, sería todo lo mencionado en la lista anterior, pero además estará profundamente comprometido con el concepto, ya que para muchos el arte es la forma en la que hemos encontrado la forma de comunicarnos, de dejar un antecedente histórico, emocional y de buscar una evolución constante en la sociedad y en nosotros mismos.
Como ya saben, cada semana escribo acerca de una obra o un pintor que me han influido, pero también dedicaré algunas fechas para hablar del arte contemporáneo, específicamente de los pintores de mi ciudad y otras partes de la república, con la intención de que conozcan el entorno artístico que nos rodea.
Esta ocasión me atreveré a hablar un poco de mi obra y de una pieza que puede ser una de mis favoritas, por el concepto y el proceso. Actualmente ya forma parte de una colección privada.
Comencé dibujando como muchos niños: caricatura, la luna y las estrellas. Escribía y dibujaba, de forma literal, lo que escribía. En mi casa no había antecedente alguno de un acercamiento hacia el arte, salvo la guitarra que mi papá tocaba dulcemente en sus noches nostálgicas.
Después comencé a experimentar con acrílicos y lápices de colores, pero en el 2010, cuando decidí renunciar a la carrera que construí por 17 años, ingresé al Instituto de Artes y oficios y ahí tuve la oportunidad de trabajar y conocer más los materiales; así comenzó mi carrera artística y presenté mis primeras exposiciones.
He trabajado con temas surrealistas, abstractos y actualmente realismo y figurativo.
No puedo definirme como artista. Quizás como pintora, podría hablar como una espectadora a la que le gusta pintar o dibujar los hechos que le rodean y suceden en el mundo.
La obra “Romina y las bombas” es un testimonio que denuncia de qué forma la humanidad y sus conflictos afectan a los seres más inocentes, aquellos que podrían enseñarnos a nosotros a ser felices, compasivos, amorosos y pacíficos, pero no tenemos ningún reparo en lastimarlos y mostrar cómo un dulce cordero entra a la cueva de un monstruo.
Para esta pieza, dediqué buena parte del proyecto a buscar los titulares y contenidos graficos de algunas notas periodísticas, de forma que cada una de ellas formara parte de la estructura de la obra y tuviera su propio lenguaje. Despues hice una preparación de cola de conejo y con esta mezcla las “encolé” o pegue en dos tablas de 40 x 1.10 centimetros cada una, despues realicé lo que sería el escenario. Por aquellos días, ardían las noticias de los bombardeos de Siria y cómo miles de niños quedaban sin cobijo y sin un hogar, muchos de ellos huérfanos, huérfanos de padres, de sustento, de ilusión y con un profundo miedo a la vida. Las imágenes me impactaron.
Algún dia leí algunos textos de Napoleón Bonaparte y recuerdo una frase suya:
“Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”.
Autor: Esmeralda Neresis
Romina y las Bombas
Óleo sobre periódico encolado a tabla
Medidas 110 x 80
Año 2018
Colección Privada
Yo no quiero que se repita, aunque nos hemos repetido y mejorado como sociedad tantas veces, que a veces pareciera que no podemos ser peores.
Así que le pedí a mi nieta Romina que posara para mí, con ese vestido rojo que se ponía todos los domingos al llegar a casa. Incluso durmió muchas noches con él puesto, asi que la llevé a unos viñedos de Tequisquiapan y le pedí que corriera y solté globos rojos como su vestido para que ella viera cómo viajaban al cielo. De ahí tomé las primeras impresiones, escogí una de tantas y comencé a editarlas, hice algunos bocetos de cómo quedaría. El resultado fue fascinante: ahí estaba Romina sorprendida en toda su inocencia con los globos, tal cual así se habrán visto los primeros niños de Alepo, con las primeras bombas, que llegaban para destruir toda la credibilidad que podrían tener de nosotros.
He llamado Realismo Social al trabajo que yo hago con mis obras, porque me interesa pintar escenas de la vida común, algo que el coleccionista pueda resguardar en sus paredes y tenga una lectura de nuestro paso por la vida.
Algunas son bellas y tiernas, otras no, otras simplemente, en una consciencia mayor, no son buenas ni malas, solo son.
Gracias por leer mi columna. Me han dicho que el número de lectores ha aumentado. Agradezco su interés en la misma.
Procuren la paz más que la felicidad pues esta es efímera.
Procuren la paz más que la felicidad pues esta es efímera.
Por: Esmeralda Neresis
Licenciada en Administración de Empresas, Pintora, Docente en Artes plásticas y Terapeuta enfocada en terapia familiar y prevención del suicidio
Contacto: esmeralda.gaia@hotmail.com