martes, marzo 18, 2025

Damas y caballeros

Cecilia Loría Saviñón, defensora de los derechos humanos

El matrimonio de Juan Loría Eguiarte y Cecilia Saviñón Tonti, a quien le dedicaré otra semblanza, tuvo seis hijos: Cecilia, Lourdes, Juan, Yolanda, Arturo y Daniel, todos ellos personas de bien, cuya labor ha sido fructífera, a favor de Querétaro. Cecilia nació el 19 de octubre de 1951 en la Ciudad de México y vivió en Querétaro la infancia y juventud. 

Cecilia Rodríguez, su hija, me compartió un texto que dice: “En el hogar donde creció, recibió los valores de sus padres: la honradez, el amor al trabajo, la honestidad, la lealtad, el respeto a los demás, la tolerancia y la humildad, que se hicieron, sin duda, cualidades en ella”. 

Acompañando a su madre, participó en diversas organizaciones sociales. Tuvo la oportunidad de conocer a líderes sociales que fortalecieron su compromiso por los demás. Desde adolescente, trabajó de manera honoraria en el penal de Santiago de Querétaro, impartiendo cursos de alfabetización a mujeres reclusas. 

Durante su preparatoria, en la Universidad Autónoma de Querétaro, conoció al rector, Hugo Gutiérrez Vega, quien de alguna manera fue su mentor y le alentó a estudiar las humanidades. Participó en los comités de apoyo a los estudiantes de la UNAM durante el movimiento de 1968. Al estudiar la carrera de Psicología en la UAQ, obtuvo su licencia como locutora, la primera mujer en lograrlo. Condujo el programa de radio Tribunal Femenil. 

Cambió su residencia a la Ciudad de México, donde se dedicó con entrega y valor a la educación para adultos, mediante su posición en el Instituto Nacional para el Desarrollo de Capacidades del Sector Rural. A la joven Cecilia le habría fascinado tener el mundo en sus manos para establecer un nuevo orden social, basado en la justicia y las posibilidades de crecimiento personal al alcance de todos. 

En 1978 inició su labor como profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana, donde fue dirigente seccional del sindicato. Publicó artículos en la revista Punto Crítico, desde donde conoció los movimientos dedicados a la búsqueda de desaparecidos por razones políticas. Con sus dos hijos pequeños, se fue a vivir a Chilpancingo para participar en el proyecto de Universidad Pueblo, dirigido por Rosalío Wences. Ahí, dirigió el proyecto de un servicio social para estudiantes de preparatoria de todo el país.

Regresó a la capital mexicana y se vinculó con el Frente Nacional Contra la Represión, así como con el Comité de Familiares de Presos y Desaparecidos Políticos. Desde estos organismos, participó en la promulgación de la primera ley de amnistía en el país, el reconocimiento del problema de los desaparecidos y la conformación de instituciones de defensa de los derechos humanos. 

Quiero imaginar a esta mujer cuya belleza, inteligencia y talento debieron chocar de frente con una sociedad donde imperaban el machismo, el sexismo y el clasismo. Día tras día, mientras Cecilia estudiaba a fondo expedientes de personas a quienes el sistema había desaparecido, esta joven debió de escuchar infinidad de veces sugerencias de amigos y colegas bien intencionados que le recomendarían no ponerse en riesgo, que mejor cuidara a sus hijos y se dedicara a labores femeninas. 

En cuanto a su vida privada, con sus dos primeros hijos, unió su vida a la de Carlos Rodríguez, con quien vivió hasta el final de sus días. Su hija Cecilia dice: “formaron una familia donde los hijos dejaron de ser ‘los tuyos, los míos y el nuestro’ siendo simplemente los hijos, todos nuestros. Ceci guio su vida en congruencia con sus ideas de igualdad y libertad”.

Con otras colegas, fundó la organización Grupo de Educación con Mujeres, para desarrollar proyectos con mujeres adultas. En esos años también se formó como psicoanalista en el Círculo Psicoanalítico Mexicano; fue terapeuta en práctica privada.

En 1994 estuvo con las mujeres indígenas en las montañas de Chiapas, formó parte del Cinturón de Paz y trabajó durante años en talleres sobre la solución de conflictos con las organizaciones sociales chiapanecas. Fue integrante del Consejo Consultivo del Programa Nacional de la Mujer y del Consejo Nacional de la Mujer. A partir de 1998, perteneció al Consejo Consultivo Ciudadano de la Secretaría de Desarrollo Social en representación de la sociedad civil. Durante las décadas de 1990 y 2000, se interesó en temas como la formación de ciudadanía, la capacitación y la participación de las organizaciones civiles en el cambio democrático. Fundó Causa Ciudadana, una de las primeras agrupaciones políticas de la historia de México. Publicó sus puntos de vista en la página editorial de El Universal.

Participó en la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing 95, dando fuerza al movimiento feminista en México.

Dirigió el Instituto Mexicano de Desarrollo Social de 2001 a 2006; en ese tiempo, pudo redefinir las funciones de este organismo, en palabras de Lydia Madero: “para que sus ideales de una sociedad justa y democrática fueran guía permanente de su actuar”. Desde esta posición, apoyó la ley federal para el desarrollo de las organizaciones civiles. 

Dice Cecilia Rodríguez: “Mientras hizo todo esto, nunca descuidó lo que ella llamaba ‘la vidita’. En una suerte de acción visionaria, siempre cuidó el balance entre su vida personal y laboral. Supo integrar todo esto: el trabajo, la solidaridad, el amor, la familia, la pareja, las amistades, el autocuidado y el cuidado colectivo”. 

A principios de 2007, volvió un cáncer que ya había enfrentado. Siguió sus tratamientos con valentía, tesón y espíritu de lucha. En uno de sus últimos mensajes, al agradecer un reconocimiento que le hizo la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, escribió dirigiéndose a las mujeres: “Desde donde me encuentro, avanzo con ustedes y hasta siento que vuelo porque al mirar hacia atrás, me doy cuenta de que hemos volado y la mayoría de las veces pisando superficies que son más que acantilados de piedra resbalosos y cuesta arriba, pero aprendimos a hacerlo así. Por eso siempre hay que intentar volar en las condiciones más adversas para perseguir la utopía evitando los miedos que paralizan y enfrentando y trascendiendo los obstáculos que nos colocan en el camino. Mantener viva la utopía y con ello la esperanza nos permite ir encarnando la igualdad de género en la vida de las mujeres y con ello la igualdad en la sociedad para alcanzar en paralelo un México más democrático y justo”. Falleció a finales de 2008.

He tenido que reducir este texto a los párrafos indispensables, pues la fértil trayectoria de esta dama queretana amerita un libro completo.

En el acto en que se le rindió un homenaje, Margarita Zavala declaró: “Hay hombres y mujeres que marcan la vida de otras personas, y una de ellas es sin duda Cecilia Loría. Siempre admiré de ella su franqueza, su claridad en las ideas; con el tiempo, me di cuenta de que lo que más había de admirar era su enorme generosidad. Era generosa desde la negociación hasta la toma de decisiones”. 

En mayo de 2024, Silvia Amaya, rectora de la UAQ, inauguró en el Campus Aeropuerto el Centro de Documentación y Laboratorio Cecilia Loría Saviñón, que cuenta con un acervo sobre género y feminismo con más de mil 200 títulos sobre los derechos sexuales de la mujer, políticas públicas e historias de vida. 

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